Las peores erupciones de la historia

Por Nancy LUNA SORCIA

CHOLULA.- Pocas veces la Naturaleza se manifiesta de un modo más violento, súbito y espectacular que cuando un volcán libera gases, cenizas y lava a través de una erupción. El reciente estallido de un volcán en la isla de La Palma, en España después de una semana de actividad sísmica encendió las alarmas y la búsqueda sobre dichos fenómenos naturales.

Y aunque las erupciones volcánicas causan asombro y terror entre quienes las presencian o son víctimas de ellas. Y entonces, cabe preguntarse: ¿cuáles han sido las peores erupciones volcánicas de la historia?

Ocurrido en 1902 en el Caribe, está considerado el peor desastre volcánico del siglo XX. Un minuto después de que comenzara la erupción, el Monte Pelée creó una nube de gas caliente de 1.649 grados centígrados.

En total, se calcula que la tasa de mortalidad fue de 30.000 muertos, aunque ha habido mucho peores, como los que vienen a continuación.

Las erupciones volcánicas, en sí mismas, pueden no ser peligrosas, aunque la del Krakatoa, en Indonesia, alcanzó una fuerza equivalente a 200 megatones de TNT. Sin embargo, lo peor llegó con las consecuencias.

Esta provocó un tsunami de 30,5 metros de altitud que sepultó 165 pueblos, junto a una nube de gas de 24 kilómetros de altura. Dicha nube llegó a bloquear la luz del Sol, desde 1883 hasta 5 años después, fecha en la que se recuperaron las temperaturas normales. La cifra de muertos alcanzó los 36.000.

Indonesia es uno de los países con más volcanes del mundo. En 1815, el Tambora dejó 90.000 fallecidos, en una explosión que superó 10 veces la del Krakatoa. Al igual que con este último, las nubes causaron fenómenos atmosféricos terribles, como nieve en junio.

Por ello, 1816 es bautizado como «el año sin verano». Más tarde, las hambrunas no tardaron en llegar por la interrupción de las temporadas de cultivo.

La erupción de este volcán de Islandia ha sido una de las más largas de la historia, llegando a durar 8 meses. La neblina tóxica que provocó envenenó a una cuarta parte de población islandesa y a miles en Europa.

Los barcos no podían navegar y el invierno de 1783 fue el más frío de América del Norte. Las consecuencias fueron devastadoras y murieron varios millones de personas. Nunca se ha vivido nada parecido en el siglo XXI.