Por Alejandro MARIO FONSECA
¿Qué es la democracia? se preguntaba Jorge Luis Borges allá por el año 1976. Y el argentino gigante de las letras, se contestaba jocosamente que la democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística.
“¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política?
La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma.
Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político.»
Borges es demoledor por eso resulta catártico. Lorenzo Córdova es un tipo ideal del político sin vergüenza que utilizó una joven democracia, virginal, para beneficio propio y la de aquellos que lo llevaron a la presidencia del INE. Pero el tsunami obradorista lo freno. Antes de seguir permítame usted un paréntesis cultural.
“La carabina de Ambrosio”
La frase ya aparece en el diccionario de Autoridades de 1729 (s. v. carabina). La suerte posterior de esta expresión no tiene mucho que ver con este primer significado, y por esa razón encontramos explicaciones variadas. En la revista Por Estos Mundos (Madrid, 1900) apareció esta versión sobre el personaje del dicho proverbial:
Ambrosio fue un labriego que existió en Sevilla a principios del siglo XIX. Como las cuestiones agrícolas no marchaban bien a su antojo, decidió abandonar los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente por una carabina. Pero como su candidez era proverbial en el contorno, cuantos caminantes detenía lo tomaban a broma, obligándole así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su carabina, a quien achacaba la culpa de imponer poco respeto a los que él asustaba.
Aunque la expresión ya existía antes, es en escritores de finales del siglo XIX cuando la carabina de Ambrosio aparece con más frecuencia.
El famoso “chaperón”
A finales del XIX se puso de moda el término «carabina» para referirse a esa señorita de compañía que los padres de la buena sociedad imponían a sus hijas para garantizar la moralidad en su trato con los chicos. Sabemos que esta carabina surge relacionada con la de Ambrosio por su manifiesta inutilidad en el intento de garantizar la castidad de las jóvenes. Lo que dio paso al término “chaperón”.
Tradicionalmente una “chaperona” era una mujer mayor (casada o viuda) que acompañaba a una mujer joven, especialmente en presencia de hombres. Era una garantía de la virtud de la joven en cuestión. ¿A usted de niño, nunca lo mandaron de chaperón de alguna de sus hermanas o primas?
A los chaperones los aguantan y los resienten los jóvenes que son supervisados. La práctica de los chaperones especialmente aquel que supervisa a un solo joven ha caído en desuso en la sociedad occidental moderna.
Sin embargo el término se sigue usando para referirse a parientes o profesores que supervisan a alumnos en los bailes de la escuela o en excursiones y visitas.
Quise presentarle este repaso conceptual porque en este México surrealista, con la burocracia kafkiana, que nos tocó, más vale divertirnos a base de metáforas, que pasarnos la vida haciendo corajes.
¿Es el INE realmente ciudadano?
Y es que en cuanto a democracia electoral, el horno no está para bollos. Tan sólo hay que ver las declaraciones del presidente del INE, y contrastarlas con la realidad. Veamos algunos ejemplos. ¿Qué decía Lorenzo Córdova hace 6 años cuando dominaba la opinión pública?
“Se trata de contribuir al desarrollo de políticas públicas que nos ayuden a modificar la cultura política del México pre-democrático, y construir ese nuevo paradigma cultural que rechace la corrupción y que se indigne ante la desigualdad y que canalice su descontento o sus inquietudes mediante acciones en el espacio público” (3 de mayo de 2017).
“La violencia es inaceptable en un contexto democrático. Las elecciones son y deben ser un espacio por definición de convivencia pacífica y tolerante de las diferencias, y son una riqueza de nuestra convivencia política: son la pluralidad que caracteriza a nuestro país. Bienvenidas sean las contiendas tan intensas como sean necesarias, pero siempre sin traspasar el límite definitorio de toda democracia, la no violencia” (26 de mayo de 2017).
… “ni la democracia llegó para quedarse, ni las elecciones son un procedimiento irreversible de acceso al poder; o cuidamos a nuestra democracia y procuramos a las elecciones, o las regresiones autoritarias de las que la historia no está exenta, estarán presentes entre nosotros” (12 de junio de 2017).
“La democracia soy yo”
La última declaración más jocosa de Córdova fue algo así como “sin INE no hay democracia”. Sólo le faltó decir, parafraseando al rey sol Luis XIV “la democracia soy yo”.
¿Por qué digo todo esto? Pues porque el INE no era realmente ciudadano. En él estaban representados los partidos políticos, su conformación la negociaban los oligarcas del PRI, PAN y PRD, en función de sus votos en las cámaras. En el INE dominaba el PRI gobierno y sus allegados. Además, era carísimo.
Lorenzo Córdova hablaba como si realmente fuera presidente de un INE ciudadano, pero no lo era. Junto a los fundadores del IFE, José Wodenberg, Granados Chapa, Santiago Creel y demás; Córdova, Jacobo y sus cuates, se vieron ridículos.
Incluso cayeron en lo grotesco, comportándose como verdaderos “pirrurris” al burlarse de ciudadanos escasos de formación política. En realidad, estaban al servicio de las oligarquías partidarias y disfrutando de enormes sueldos, prestaciones y beneficios.
Probablemente estoy exagerando al comparar a Lorenzo Córdova con “la carabina de Ambrosio”, o con un “cándido metido a ladrón”, pero de que sí fue una especie de inútil “chaperón” de una joven democracia ya muy manoseada, maltratada y abuzada, no hay duda.
Esperemos que los allegados de AMLO que ahora encabezan el INE hagan su trabajo y enderecen el entuerto.