Por: Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- “La noche es calma, la oscuridad envuelve a la ciudad mientras usted, pijama bien abotonada, colcha bien planchada y luces apagadas, se dispone a dormir como cada día, mira el vacío de la sala, de la estancia, de la cocina, una sensación de frío recorre su cuerpo mientras sus manos tiemblan, la sangre sube a la cabeza a la par de un hormigueo que recorre desde su nuca hasta sus pies, la calma vuelve, segundos de paz antes de que llegue el aroma a soledad, a vacío, a muerte, toma sus pertenencias, voltea a ver la ropa de cama, impecablemente planchada, el piso perfectamente bien barrido, la cocina sin una pizca de suciedad, abre la ventana del segundo piso, una fresca brisa azota su rostro, las lágrimas se secan con el viento, la calle solitaria es testigo de que una garra enorme lo está orillando al resquicio del balcón, un peso inmenso sobre su espalda le hace perder el equilibrio, pero con determinación decide saltar, su cuerpo cae sobre el pavimento, una inmensa oscuridad se va apoderando de su visión, el dolor es tolerable, cree que mueve las manos y los pies, mientras un gusto salado se apodera de usted, la sangre lo rodea en un charco rojo, finalmente el frío abre paso a la mejor sensación que ha tenido desde que empezó a tomar los antidepresivos, paz.”
Depresión, depre, bajón, achicopalamiento, andar chipil, para muchos de nosotros estar tristes es parte común de la vida, tan común que le damos varios y muy curiosos nombres a ese sentimiento, muchas veces solo es un rasguño de la enorme bestia que se puede liberar cuando la patología es compleja, normalizamos tanto ese estado, que cuando se presenta el verdadero monstruo no somos capaces de identificarlo, creemos que con echarle ganitas es suficiente, cuando una situación así va más allá de nuestro entendimiento.
Este 13 de enero se celebró, como dese hace algunos años, el día mundial de la lucha contra la depresión, este ha sido un tema tabú desde siempre, pues no se le da la importancia ni la atención que realmente merece, las cifras son crudas, en nuestro país, 15 de cada 100 habitantes sufren depresión, no importa la condición social, la edad, pues cifras sugieren que para 2030 será la principal causa de incapacidad en el mundo, es claro que esta patología es la antesala de muchas otras, incluyendo el suicidio, como abre el breve texto del inicio esta columna, así como un sinfín de consecuencias sociales terribles.
La labor del médico de primer contacto radica en identificar oportunamente las señales de alarma para poder iniciar un manejo, o en su caso, poder derivar al paciente a psicología y trabajar de la mano con el profesional, o a psiquiatría y que el especialista le otorgue un manejo más especializado, el trabajo conjunto de psiquiatría, psicología y el médico de primer contacto es esencial para una buena resolución, que no es rápida, que no es fácil, y que, sobre todo, va a tener muchos altibajos.
La labor de la familia y del círculo principal, es en esencia, respetar las indicaciones de la terapeuta, el especialista y el médico, no juzgar al paciente, y sobre todo, no decirle que le eche ganas, les puedo prometer que ganas, es lo que más tiene esa persona de salir adelante, si el trastorno es mayor, o riesgoso para el paciente, el acompañamiento es esencial, pero sobre todo, la información adecuada es clave para poder cambiar el futuro.