Por Nancy LUNA SORCIA
CHOLULA.- Al parecer, algo parecido a la tarjeta de crédito se empleó en la Grecia clásica hace más de dos mil años. En Atenas, la hipoteca de ganancias futuras comprobadas era frecuente entre comerciantes y armadores de barcos. Era un sistema de financiación, una posibilidad de concesión de crédito a la vista de bienes en gestación: cosechas, mercancías embarcadas, esclavos e incluso la familia.
Se trataba de una carta de garantía extendida por una persona de cuya fortuna, solvencia y rectitud nadie dudaba. Pero esta es la única constancia que tenemos en la antigüedad de algo parecido a la tarjeta de crédito.
Esta forma nueva de hacer frente a los pagos tiene, como todo, remotos antecedentes. Historia aparte, el uso moderno de la tarjeta de crédito comenzó hacia 1914, aunque no fue una práctica reconocida hasta la década de los cuarenta del siglo XX.
Efectivamente, el origen de las tarjetas de crédito lo encontramos en 1914 cuando la compañía Western Union ofrece una tarjeta solo a sus más selectos clientes. Con ella, no solo podían disfrutar de un trato preferente, además disponían de una línea de crédito sin cargo alguno.
En el año 1.924, la compañía Norteamericana General Petroleum Corporation lanza su primera tarjeta de crédito para la adquisición de gasolina SOLO en sus gasolinera. Del mismo modo, en 1929 la empresa American Telephone & Telegraph (AT&T) emite la denominada tarjeta Bell, que servía para pagar sus servicios de telefonía.
Pero no fue hasta finales de la década de los años 40, cuando varias empresas comienzan a crear sus propias tarjetas de crédito. Pero cabe destacar que no eran como las de la actualidad, solo se podían emplear en sus establecimientos. Era un método para atraer más clientes facilitando el poder “comprar sin dinero”.
Por tanto, estos ejemplos sin duda, marcan el origen de las tarjetas de crédito. Pero no lo eran como las entendemos hoy, ya que solo servían para pagar sin dinero en metálico o cheques en los establecimientos o servicios de la empresa que emitía dicha tarjeta.
En sus inicios, la Diners’ Club no tuvo mucha repercusión. A principios de 1.950 solo 200 personas la tenían y únicamente 14 restaurantes de Nueva York se adhirieron a este nuevo sistema. Pero a finales del mismo año ya la utilizaban más de 22.000 personas y cerca de 500 restaurantes la aceptaban.
Este nuevo modelo de negocio consistía en intermediar entre el comprador y el establecimiento. Al primero se le cobraba (a cambio de aplazar sin intereses sus pagos a final de mes), una cuota anual de mantenimiento de unos 3 dólares y al segundo una pequeña comisión por cada transacción.