Por Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- Para los que creen en brujería, mala suerte y sortilegios, 2020 encarna fielmente todo eso y más, pues parece que ese año trató de matarnos, sin embargo, 2021 no se quedó atrás, pues los repuntes de COVID nos mantuvieron en vilo.
Van casi dos años de aquel 20 de marzo cuando se declaraba la contingencia por el SARS-CoV2, tres oleadas de contagios y muerte han azotado a nuestro país, en cada embate hemos perdido a muchísimos, cada vida, más allá de la fría cifra que representa en una estadística, es un amigo, un padre, un hermano.
Sin embargo, cada año nos ha dejado una enseñanza increíble, en este 2022 podemos cosechar los frutos de dicho aprendizaje, pues la vacunación nos ha dado un respiro de las nuevas variantes, las medidas han podido relajarse y tal parece que volvemos a la normalidad, pues la reactivación económica ha regresado incluso a mejores niveles que los previos a la pandemia en ciertos sectores.
Cada día debería representar un aprendizaje inherente a esta tragedia, estos dos años han sido de arduo aprendizaje para el gremio médico, muchos han pasado a las páginas de la historia como héroes, quienes ofrendaron su vida salvando la de otros, muchos más han escrito esas mismas páginas, a la par que dictan los nuevos manejos, evidencian errores y aciertos, salvan nuevas vidas, comparten su conocimiento.
Desde luego, hay quienes hemos sido testigos, silentes observadores que hemos tomado nota de cada paso, cada profesión ha jugado un papel determinante en esta crisis, ¿Qué sería de los hospitales sin los ingenieros eléctricos, mecánicos y biomédicos que desarrollaron en tiempo récord los nuevos ventiladores? ¿O de los periodistas que han informado en tiempo real el avance de casos? Claramente, ¿Qué sería de esta crisis sin médicos, enfermeras y demás personal sanitario?
La sociedad en general ha vivido un aprendizaje intenso, violento, pero que servirá, o no, para las futuras generaciones, nos hemos concientizado e individualizado, inconscientemente, en favor del bien colectivo, hemos aprendido que portar una mascarilla y mantener la distancia, pueden ser vistos hoy en día como el mayor acto de amor hacia nuestros seres queridos, la paciencia ha sido fundamental en este proceso, pues hay quienes han pasado hasta 18 meses sin poder ver a su familia, sin poder salir a la calle.
No solo a nivel interpersonal se han desarrollado miles de aprendizajes, también a nivel intrapersonal, la salud física y mental se han vuelto invaluables, la mejor enseñanza que esta crisis nos ha dejado, es entender que nuestra vida y salud, son los bienes más preciados que podemos poseer.