Por Nancy LUNA SORCIA
CHOLULA.- Para conocer los orígenes de los espejos debes saber que un espejo bien hecho es algo relativamente difícil de conseguir, por lo que al principio se tenían que contentar con el reflejo obtenido de una capa de algún metal bien aplanado. Hemos encontrado espejos en el antiguo Egipto hechos con láminas de cobre o de algún otro metal bruñido. No eran perfectos, pero iban mejor que mirar sobre la superficie del agua.
En todo caso, se trata de espejos de tocador, como puedes ver en la imagen superior, y no de los grandes espejos de que actualmente podemos disfrutar. Y lo mismo sucedió en la civilización griega y en el gran imperio romano, hasta que llegó el siglo XVI.
Se puede afirmar que los inventores del espejo fueron los venecianos (Italia) en el siglo XVI. En esta ciudad existían verdaderos maestros en el arte de trabajar el vidrio. Descubrieron la manera de hacer espejos de vidrio de tamaños más grandes y de mucha mejor calidad.
Con estos nuevos espejos más grandes y hechos de metal cubierto con vidrio el invento se fue extendiendo rápidamente por toda Europa primero, y posteriormente a Asia y América. Actualmente, los espejos de las casas tienen una capa muy fina de metal y una cubierta de vidrio encima. Este vidrio protege el metal y evita en parte la oxidación.
Pero, de espejos, hay otros tipos aparte de los que tenemos en el lavabo. Muchas tecnologías dependen de la luz y, por tanto, disponer de buenos espejos resulta imprescindible. Por ejemplo, cuando hablamos de telescopios, solemos pensar en grandes lentes de cristal, pero ahora la mayoría de los telescopios trabajan con espejos.
Podemos conseguir una imagen ampliada desviando los rayos de luz con una lente, pero también podemos hacerlo con un espejo. Y el espejo ofrece más calidad y menos problemas. Otros espejos con una historia curiosa son los que dejaron los astronautas de las misiones Apolo cuando fueron a la Luna. Ahora podemos medir exactamente la distancia entre la Tierra y la Luna gracias a aquellos espejos.
También hay espejos de gran calidad. Los que tenemos en casa parecen muy buenos, pero en realidad pierden mucha luz al reflejar los rayos. En un espejo perfecto, toda la luz que llegara saldría reflejada. De hecho, no sólo la luz, sino todas las radiaciones electromagnéticas. Y es que a menudo no recordamos que la luz no es más que una radiación de determinada longitud de onda.
En la práctica, esto es muy complicado. De todos modos, sí se han conseguido materiales que reflejan un porcentaje muy alto de la luz que les llega, y también materiales que lo hacen aún mejor, pero sólo para algunas longitudes de onda.
Cada tipo de espejo de estos tiene sus aplicaciones, que no son precisamente mirarnos la cara por la mañana. Las aplicaciones de estos “superespejos” van desde las comunicaciones hasta los sistemas de guía de misiles o las técnicas de microcirugía con láser.