Por Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- El derecho a la salud fue promulgado por la Organización de las Naciones Unidas en 1948, y fue adoptado de manera parcial en nuestro país en febrero de 1983, mediante la reforma al artículo 4to constitucional, sin embargo, para el grueso de la población mexicana ni las condiciones del sistema, ni la universalidad del acceso a la salud se encuentran satisfechas.
No es novedad la crítica al sistema de salud en México, todos sabemos que nuestras instituciones públicas son unos gigantes que tambalean paso a paso mientras la población usuaria aumenta exponencialmente, la agonía de algunos institutos se anuncia desde mediados de los noventas, y sin embargo, siguen de pie, estoicas, inamovibles, como los grandes titanes que nos gusta imaginar, solo derrumbados por el poder de la naturaleza como un conocido hospital de la capital poblana.
Sin embargo, paralelo a la universalización, y en muchos lugares desde antes, grandes corporaciones acapararon los servicios privados, convirtiendo la salud en un rentable negocio, que hasta el siglo pasado se enunciaba, pero no limitaba, a inmensas y lujosas torres hospitalarias en exclusivas zonas de la ciudad.
Desde principios de este milenio, otro gigante ha ido acaparando un segmento inexplorado del mercado de la salud, de la mano de la legislación para la prescripción de antibióticos, nacieron los consultorios anexos a las farmacias, brindando consulta médica a un bajo costo o mejor aún, de manera gratuita, del mismo modo, en la última década, los estudios de laboratorio dejaron de ser un lujo de la clase media y cada vez se vuelven más y más accesibles a todos los segmentos de la sociedad en nuestro país.
Ciertamente, la privatización de ciertos servicios de salud ha sido un alivio para el gigante público, prueba de ello es la pandemia, pues gran parte de los casos llegaron a dichos consultorios, siendo manejados todos los casos leves posibles fuera de un hospital, con sus debidos bemoles, el sistema de salud se mantiene apoyado en esos pequeños anexos a farmacias.
Conviene recalcar que no todo lo que brilla es oro, así como no todo lo barato tiene que salir necesariamente caro, a honrosas excepciones, en cuanto al quehacer médico, si la ética y buena praxis impera, la atención es equiparable a cualquier otro centro de atención de primer nivel
Al final, cada quien es responsable de la procuración de la salud, dentro de sus limitantes y posibilidades, existen excelentes médicos brindando servicio en los anexos a farmacias, así como brillantes especialistas laborando en instituciones de salud, siempre viendo por el bien del paciente, con la ética como mejor bandera, no es pues, culpa del profesional la falta de insumos o recortes presupuestales, si alguna ética se debe cuestionar, es la de los que sentados y sin tener noción de la realidad, dirigen médicos sin conocer un ápice del tema, es la de aquellos que por conveniencia o hartazgo, cedieron ante una oferta hoy inexistente de esperanza en julio de hace 3 años.