“Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”

Por Salvador ESPINA

CHOLULA.- Las religiones siempre han sido protagonistas en los grandes cambios de la humanidad, en especial el catolicismo, desde el aspecto espiritual, social, económico y político de la historia del mundo. Hoy en día no es la excepción, pues, en un mundo cada vez más polarizado entre las dictaduras ideológicas de izquierda y derecha, que al final acaban en el mismo atropello de derechos humanos en muchos países del mundo, la Iglesia católica ha sido un actor incomodo en la conformación de estos regímenes nocivos a lo largo de la historia.

En regímenes como el comunista en Rusia y China, el nazi en Alemania, el fascista en Italia, y ahora en la dictadura del progresismo relativista, la Iglesia ha sido un contrapeso que entorpece el caminar de estos sistemas.

Hoy la lucha más visible de esto se está dando en Nicaragua, donde el gobierno encabezado por Daniel Ortega ha ido aplastando los derechos de libertad religiosa, expresión y asociación en torno a la fe de las personas, violando a vista de todos, la dignidad de las personas y sus derechos humanos fundamentales.

Ante esto, vemos una Iglesia viviendo su misión en su máxima expresión, en la del martirio. En la de seguir sin nada más que la fe en Dios y en la fuerza comunitaria que pueda ejercer su pueblo. Un pueblo nicaragüense que no solo sufre estos atropellos, sino que el gobierno de Ortega viola sistemáticamente las garantías de sus ciudadanos, pues la mejor y primera forma de quitarle la esperanza y el espíritu combativo a la gente es deportando a Dios de ese país.

El Papa Francisco había guardado un silencio que llamaba la atención. Pero más que un silencio apático e inactivo, es un silencio prudente y reflexivo de ir trabajando y orquestando lo que la Iglesia debe hacer para ayudar a los fieles del país centroamericano. Sin embargo, el pasado domingo el Papa se pronunció sobre estos acontecimientos donde externa las tensiones que se están dando en Nicaragua y donde su gobierno tiene bajo asecho a la Iglesia católica de allí. En el mismo mensaje el Papa pide una «convivencia respetuosa y pacífica» entre las personas y las instituciones en el país.

Desde México y en ojos de un servidor lo que pasa en Nicaragua no solo nos debe preocupar, sino accionar. Primero preocupar porque el partido en el poder y sus representantes son de la religión que tienen al Estado como dios y a los dictadores como referencia, en un México donde nuestros aliados son los Nicolas Maduro, los Vladimir Putin y donde en los recintos federales les hace honor a los Castros y Che Guevara. Lo que indica que para culminar la cuarta transformación es necesario destruir la educación (becas), la democracia y sus instituciones (reforma electoral), la clase media “aspiracioncita”, las empresas privadas, etc. y todo para que, en su momento, se reprenda, como en Nicaragua, a la fe de la gente, y sacar a Dios de México.

Y en segundo lugar el de accionarnos, el de no permanecer en la contemplación de ver cómo se cae el país a pedazos por los deseos de hacernos a todos iguales, pero en la miseria. El que el Estado decida qué podemos o no estudiar, decir o creer. Pues el día que lleguemos a eso, México habrá perdido parte de su esencia fundamental.

Diría el Papa Juan Pablo II que visitó en varias ocasiones nuestro país y que tenia un cariño especial al pueblo de mexicano “México siempre fiel”; pero hoy esas palabras no solo son para lo evidente y que forma parte de nosotros. Sino que es un México fiel a la libertad, la dignidad, la justicia y a la esperanza de tener un país mejor para las próximas generaciones, ni más ni menos, ese es el mensaje que esa frase nos dice hoy más que nunca.