Selección Natural, contribuyó al evolucionismo

Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN

CHOLULA.- La teoría de la selección natural, la mayor aportación de Charles Darwin al evolucionismo, no solo contribuyó a la paulatina desmitificación de las cosmovisiones religiosas, sino también a debilitar postulados conservadores como el supremacismo racial que existe en occidente. En su ensayo Historia de dos Lugares de Trabajo, incluido en la compilación las piedras falaces de Marrakech, el biólogo Stephen Jay Gould aborda este tema con el propósito de deslindar a Darwin del llamado “darwinismo social” y aclarar que el postulante de este fue en realidad Herbert Spencer (1820-1903), afamado naturalista, filosofo, psicólogo y sociólogo británico, quien propuso una variable del evolucionismo “progresivo” de Jean-Basptite Lamarck (1744-1829) Gould explica que en 1851, una década antes de la publicación de El Origen de las Especies (1859), Spenser dijo en su libro Estática Social que la evolución de algunos organismos era “lineal y ascendente” debido a su mayor capacidad de adaptación y que cuando surgió la teoría de la selección natural la “adaptó” a su hipótesis y la denomino “darwinismo social”. Gould afirma que Darwin. No vio mal esta asociación e incluso dijo que el uso que Spencer daba al concepto supervivencia de los más fuertes en términos científicos resultaba más “preciso y a veces más convenientes” que el suyo.

Sin embargo, aclara Gould, Darwin estaba lejos de percibir el uso político que el doblemente “victoriano” imperialismo británico, por la reina victoria y sus éxitos piráticos en India, China, África y Oceanía; le daría para favorecer su posición ideológica. “Darwinismo social” detalla el biólogo es un término que a veces sirve para describir cualquier afirmación genética o biológica que se haga sobre la inevitabilidad (o al menos la naturalidad) de las desigualdades sociales entre clases y sexos, o de las conquistas militares de un grupo sobre otro. Pero esta definición distorsiona la historia de este importante tema e incurre en el uso prominente y energético de argumentaciones pseudo-darwinistas para cubrir todos estos pecados.

El biólogo califica de certera la definición que la enciclopedia británica da al darwinismo social; “Teoría según la cual las personas, grupos y razas se hallan sometidas a las mismas leyes de la selección natural y que Charles Darwin había percibido en las plantas y los animales. La teoría se utilizó para apoyar al capitalismo del lassez faore y el conservadurismo político. La estratificación de clases se justificaba sobre la base de desigualdades “naturales” entre los individuos, pues  se decía que el control de la propiedad estaba correlacionado con atributos morales superiores e innatos, tales como la industriosidad, la templanza y la frugalidad. Por ello, los intentos de reformar la sociedad mediante la intervención del Estado o por otros métodos dificultarían los proceso naturales; la competencia son restricciones y la defensa del statu-quo estaban de acuerdo con la selección biológica.

Los pobres eran los “inadaptados” y no debían ser ayudados en la lucha por la existencia; la riqueza era una señal de éxito.

Benévolo lector, algunos versos de Manuel Maples Arce. Nació en Papantla de Olarte, Veracruz, el 1 de mayo de 1898. Falleció en la ciudad de México el 16 de julio de 1981. Se le considera precursor del estridentismo. Comenzó sus labores literarias colaborando con los periódicos El Dictamen y La Opinión.

Prisma

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,

equidistante al grito náufrago de una estrella.

Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,

y la luna sin cuerda

me oprime en las vidrieras.

Margaritas de oro

deshojadas al viento

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos

flota en los almanaques,

y allá de tarde en tarde,

por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera,

se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,

y mientrass que los ruidos descerrajan las puertas,

la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos.

¡Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!

Yo departí sus manos,

pero en aquella hora

gris de las estaciones,

las palabras mojadas se me echaron al cuello,

y una locomotora

sedienta de kilómentros la arrancó de mis brazos.

Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.

¡Y la locura de Edison a manos de la lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso

refractado en las lunas sombrías de los espejos;

los violines se suben como la champaña,

y mientras las ojeras sondean la madrugada,

el invierno huesoso tirita en los percheros.

Mis nervios se derraman.

La estrella del recuerdo

naufragada en el agua

del silencio.

Tú y yo

coincidimos

en la noche terrible,

meditación temática

deshojada en jardines.

Locomotoras, gritos,

arsenales, teléfrafos.

El amor y la vida

son hoy sindicalistas,

y todo se dilata en círculos concéntricos.

Andamios interiores, 1922