Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- Una Era puede ser una cronología, un cómputo de los años a partir de un acontecimiento importante para una civilización, o también un periodo histórico marcado por un personaje o hecho.
Desde el punto de vista geológico es el intervalo de tiempo de decenas a centenares de millones de años. Las Eras se agrupan en eones y pueden dividirse en períodos.
También existen la Era Hispánica, la del lugar de trabajo; y Era, el nombre de un río de la Toscana (Italia). La que me interesa aquí es la primera, pero reducida a los años en que me tocó vivir.
He vivido por lo menos dos Eras, la de la posguerra y la del neoliberalismo. Además me está tocando vivir también la Era del regreso al Humanismo.
Fueron por lo menos tres décadas de la Era de la posguerra, la de la “guerra fría”, o también la de la social democracia. Fueron “años felices” que en México los historiadores han etiquetado como los del “desarrollo estabilizador”.
Se terminó en los años del nefasto gobierno de Díaz Ordaz, que fueron los del quiebre, sí había cierta bonanza económica, moderada y no para todos. Pero había trabajo, una incipiente seguridad social y una educación que se perfilaba como ejemplo mundial.
Sin embargo también fueron los años de la “dictadura perfecta”, del autoritarismo y del inicio de la corrupción e impunidad desenfrenadas: fue la puerta de entrada al neoliberalismo. Con Echeverría y López Portillo vendrían el despilfarro, y demás vicios que, ya con De la Madrid serían los años de la “globalización”.
La dictadura perfecta
La Era del priismo mexicano puede ser etiquetada de distintas maneras. Por ejemplo Octavio Paz, nuestro novel de literatura publicó en 1977 El ogro filantrópico, un ensayo maravilloso en el que nos presenta lo esencial del régimen priista.
Hay que leerlo con cuidado, sólo destaco dos temas, el de la concentración del poder en la persona del presidente, y el problema del acaparamiento estatal de la economía y de la cultura.
La sección final del texto examina las relaciones entre el escritor y los poderes de nuestro mundo. El crecimiento monstruoso del Estado, el ogro filantrópico, es simultáneamente causa y expresión de nuestros males.
Y la conclusión es devastadora: Pero a la universalidad de las tiranías corresponde -responde- la universalidad de la rebelión. Los disidentes son la nobleza y el honor de nuestro tiempo. Todo puede cambiar -si hay almas que resisten. Paz invita a la rebelión.
Por su parte el peruano Mario Vargas Llosa a fines los años 80 acuñó la frase dictadura perfecta para referirse al régimen priista. Su énfasis estaba en la restricción de la libertad de expresión en México.
Lo que lo llevaba a reflexionar en los tiempos en que por distintas razones, generalmente de índole política, era evidente la ausencia de este derecho del hombre, es decir: la carencia de libertad de expresión.
Así, a través de diferentes canales, el PRI-gobierno, controlaba el poder político dominante desde la posrevolución. Fueron décadas que deterioraban la escasa vida democrática, la cultura política y el desarrollo intelectual del país, y en las que una gran parte de la prensa, de la “opinión pública”, de las artes, de las letras, se volvieron oficiales y se alinearon al discurso gubernamental que no respetaba las voces disidentes. México se convirtió en el paraíso de la corrupción.
La contribución de Maquiavelo
También existe una película La dictadura perfecta, que seguramente usted ya vio. La cinta nos muestra que en la realidad mexicana todo puede suceder. Lo que proyecta es una lamentable realidad y deja entrever que cuando se trata del poder, “hasta Nicolás Maquiavelo se queda corto”.
Y esto último lo pongo entre comillas porque en general tenemos un concepto negativo de la obra de Maquiavelo. El término maquiavélico designa a una persona que actúa con astucia y perfidia para conseguir sus propósitos.
Nada más alejado de la verdad. Maquiavelo parte de la suposición de que uno de los principales objetivos de cualquier república que aprecie la libertad debe impedir que cualquier sección del pueblo trate de legislar en provecho de sus intereses egoístas.
Y añade que al mismo tiempo no podemos apoyar la tradicional idea de que los “tumultos” y la discordia cívica inevitablemente son nocivos para la libertad de una república.
Citando a la república romana, concluye que “quienes condenaban las pugnas entre nobles y plebeyos, están vilipendiando las cosas mismas que fueron causa básica de que Roma conservara la libertad.
Para Maquiavelo los conflictos servían para anular todos los intereses faccionales, al mismo tiempo servían para garantizar que las únicas propuestas que se convertían en ley eran las que beneficiaban a toda la comunidad. (Cfr. Cap. IV del 1er Discurso sobre la primera Década de Tito Livio).
En suma, Maquiavelo consideró como una visión fundamental de la política, que toda legislación favorable a la libertad es producida por el choque entre clases, y así que el conflicto de clases no es el disolvente sino el cimiento de una comunidad.
Para combatir esta Era
La mayoría de sus críticos sólo conocen El Príncipe (1513) y no saben que Maquiavelo comenzó a escribir sus Discursos en 1512 cuando estaba detenido; allí completó el primer libro, pero se detuvo ese mismo año para escribir El Príncipe (buscando el perdón y la liberación). Después retomó y terminó los Discursos en 1517 y se publicaron póstumamente en 1531.
En los capítulos III, IV Y V de sus Discursos, Maquiavelo crítica duramente la corrupción, explicando que la falta de conciencia tanto de los gobernantes como del pueblo intensificó el problema. Y es por eso que le dedicó una especial atención a la investigación de sus causas.
La corrupción, disfrazada por la globalización de la competitividad, productividad y demás conceptos neoliberales, es lo que está detrás de esta Era conservadora que nos tocó vivir con los Reagan, Thatcher, Bush, Trump, Bosonaro, Cameron y demás.
El combate frontal a esta nueva Era de abusos y corrupción requiere de un conocimiento profundo de las raíces, de los fundamentos del pensamiento político moderno, que están en Maquiavelo y muchos otros autores del Renacimiento.
Y la tarea de todos aquellos que nos tomamos en serio la Política es refrescar la memoria teórica tanto de nuestros gobernantes como de nuestros pueblos. La 4 T de AMLO camina cautelosamente por la difícil ruta de la recuperación de la valiosa herencia renacentista.