Por: Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- Más de un año ha pasado desde el inicio de esta crisis sanitaria que ha dado al traste con planes, sueños y cientos de miles de vidas.
No son solo un número, o parte de una estadística, la inmensa cantidad de muertos que las primeras dos olas de SARS-CoV2 han arrastrado, cada expediente es un padre, una madre, un hijo, un hermano, una esposa, un amigo, un colega, una persona, con sueños, metas, ilusiones, que han sido cortadas de un tajo, dejándolas en el inmenso vacío, perdiéndose paulatinamente en las páginas de la historia.
A poco más de 365 días hemos aprendido la fugacidad de la vida, lo etéreo de los momentos, la fragilidad propia, esta pandemia nos ha roto, de mil maneras posibles, sin embargo, le hemos ido ganando terreno al enemigo, la vacuna ha sido desarrollada, producida y administrada en tiempo récord.
La severidad del juicio histórico es inevitable, y el veredicto será dado a cada persona, no por lo que pudo, quiso, o debió haber hecho, más bien por lo que hizo y, sobre todo, por lo que hizo a sabiendas que era un error, la historia, ese inmenso espiral que rima en cada centuria, no siempre es tan benévola.
La historia es un gran espiral que rima en los versos más agudos, hace un siglo con la gripe española, hoy en día con el SARS-CoV2, la sociedad debe aprender de los errores cometidos en la centuria pasada y corregirlos en el trayecto de esta crisis, a la vez, debe conocer los errores que se cometieron en esta epidemia y solventarlos en la siguiente.
La vacunación en nuestro país, pese a la turbiedad que hubiera podido existir durante el proceso de adquisición y distribución, es eficaz, la vacunación en general es segura, y es un deber civil que tenemos que cumplir.
Vacunarse, distanciarse, lavarse las manos, evitar contacto, son actos de amor que demuestran el interés por el bien colectivo, iniciando por nuestra propia familia, la misma reacción en cadena que ocurre con el contagio, debe verse emulada al vacunarse y al tomar las medidas de protección.
Debemos vacunarnos en nombre de todos los amigos que perdimos, en memoria de los familiares, los conocidos, los vecinos, los abuelos, padres, hermanos e hijos, que no tuvieron esa oportunidad, por ellos, por los que se quedan, por nosotros.