El Matrimonio
Por Nancy LUNA
CHOLULA.- El matrimonio es una costumbre que formaliza y legaliza la unión de pareja. Pero este vínculo tiene y ha tenido muchos matices a lo largo de la historia. Desde la versión bíblica hasta nuestros días… y no siempre la última versión es la más moderna.
De hecho, la palabra matrimonio proviene del latín matrimonium, derivada de la unión de los vocablos mater (“madre”) y monia, un término que se usaba para referirse a situaciones
ceremoniales o legales, como en patrimonium (“patrimonio”, o sea, la herencia que el padre deja al morir).
Este término se empleaba en la Antigua Roma para referirse al derecho de una mujer de ser la madre legítima y reconocible de los hijos de un varón, lo cual le confería el estado de casada (no disponible) y el derecho a heredar los bienes que dejara su marido al fallecer.
Dependiendo de la cultura y la religión, el matrimonio podía ser monogámico (una sola mujer y un solo hombre) o poligámico (varias mujeres para un solo hombre), como en la tradición oriental. Pero tal y como lo entendemos hoy en Occidente, el matrimonio nació en la Antigua Roma.
Su nombre era matrimonium y estaba sujeto a ciertas leyes y normas. Luego fue asimilado por la naciente cultura cristiana, en la cual se convirtió en un vínculo sagrado, celebrado ante Dios y conforme a ciertos ritos provenientes del Antiguo Testamento, es decir, de la religión judía.
Tras la caída del Imperio Romano y el consiguiente auge de la Iglesia Católica en la Edad Media, se da comienzo a una época de oscurantismo y tabúes. La Iglesia Medieval, toma las riendas de la ética y la moral, imponiendo un nuevo concepto de matrimonio. A partir de este momento y por primera vez en Occidente, un vínculo que hasta entonces ha sido civil, se convierte en una unión indisoluble ante los ojos de Dios.
La realeza y la nobleza de la época, organizan sus vínculos maritales en función de su poder y de su patrimonio, por lo que dichas uniones se pactan con fines de distinta índole: económicos, de expansión territorial y/o como alianzas sociales de poder entre familias; y se consolidan a través de los herederos comunes. Por otro lado, el amor, queda relegado a las relaciones extramaritales, que recordemos, son consideradas pecado y sancionadas por la Iglesia.
Durante este período histórico, el concepto de matrimonio amplía considerablemente sus matices. Además de conllevar intrínseco todo lo definido a principios de la Edad Antigua, a partir de ahora, además se va a convertir en una herramienta de control de las relaciones de pareja por parte de la Iglesia, con el fin de desarrollar un contexto favorable a la crianza de hijos, pero, sobretodo, como un medio de conservación de las estructuras sociales para que las élites mantengan su poder.
En el siglo XVIII, gracias a la Revolución Industrial, se propicia la aparición de una amplia clase media, equiparable a los plebeyos que practicaban el “coemptio” en Roma, y se genera, en la sociedad Occidental, un clima propenso para la gestación de un «novedoso» concepto de matrimonio.