Cuando pase la tormenta

CHOLULA.- Cuando pase el tiempo de nuestra generación, no seremos recordados por la fragilidad de nuestras palabras, o por nuestras buenas intenciones, sino por la fuerza de nuestras acciones y el valor de nuestro esfuerzo, esas dos cualidades van más allá del tiempo, sin embargo, también cuando pase el tiempo, podremos decir a las nuevas generaciones, en un aula de la facultad de medicina, en la sala de un hospital, en una reunión en el café de las 7 y media, que nos equivocamos.

Nos formamos a sabiendas que el sistema de salud estaba colapsando, que los mejores residentes se formaban en salas de urgencias con más de 100 pacientes cuando en realidad solo había la mitad de espacio, idealizamos que las ojeras y un termo de café eran sinónimo de éxito en nuestra profesión, que estar desvelado era signo de buena práctica, que mientras más horas se viviera en un hospital más experiencia podríamos aportar a los nuevos.

Nunca pensamos que otro virus pudiera brincar la barrera entre especies, mucho menos que pudiera viajar por todo el mundo y colapsar todo el aparato económico, volver insignificante a las grandes potencias, reducir a nada la posibilidad de obtener una cama de hospital, pensamos que todos respetarían a la medicina basada en evidencias, fuimos muy crédulos.

Desde nuestro bastión observamos como en menos de 60 días Europa colapsaba, Italia se desmoronaba, España se restringía, sin embargo, ante la sombra que cruzaba el atlántico hacia nuestro país, decidimos ignorar las recomendaciones, las autoridades minimizaron el riesgo, sin importar el desastre que vendría, decidimos tener esperanza, y enfrentarnos casi a ciegas contra lo desconocido.

Fue un 28 de febrero cuando el extraño enemigo del que nos hablaban en la escuela se hizo presente en nuestra tierra, fue cuestión de tiempo para terminar de quebrar un sistema fracturado, inútil, pocos meses bastaron para que los hornos crematorios rugieran sin descanso, los certificados de defunción escasearan, al igual que el oxígeno, los medicamentos para la secuencia de intubación fueran faltantes a nivel público y privado.

Contaremos a los nuevos que la gente decidió confiar en charlatanes, prefiriendo ingerir veneno a quedarse en casa, optando por acudir a gimnasios y fiestas clandestinas, antes que creer en la ciencia, serán ingresadas al anecdotario las historias de agresión física, verbal y emocional hacia el personal de salud, de como fueron socialmente aislados, escasamente defendidos, nulamente reconocidos por su labor, de como fuimos el país que más médicos sacrificó y que tuvo la tasa de mortalidad más alta.

Sin embargo, recordaremos con orgullo como la ciencia decidió aventurarse y creó en tiempo récord la vacuna contra este infernal virus, las palabras faltarán para expresar la trascendencia que tuvo la primera vacuna en el mundo, la primera dosis en México, con orgullo mostraremos las cicatrices físicas y mentales, individuales y colectivas que esta pandemia dejó en cada uno de los médicos, enfermeras, terapeutas y demás personal de

salud que luchó a expensas de su propia salud, los valientes guerreros que perecieron en la batalla serán honrados, pero lo más importante, es que aprenderemos que nos equivocamos, al pensar que la sociedad podría colaborar, que el gobierno nos podría respaldar.

Cuando el tiempo pase, esta historia será repetida una y mil veces, a las nuevas generaciones, hasta que confíen, hasta que aprendan que no están solos, que la ciencia siempre estará de nuestro lado, aunque se llegue a doblegar nuestra esencia.

Libre de virus. www.avast.com