CHOLULA.- La locución en ciernes significa: dicho de la vid, del olivo, del trigo y de otras plantas: en flor. También recoge la expresión estar en ciernes. La definición que ofrece es la siguiente: estar muy a sus principios, faltarle mucho para su perfección.
El Vademécum de la Fundéu dice sobre en ciernes:
Se dice de algo que ya ha empezado, pero que está muy en sus principios, lejos aún de su perfección. Por tanto, no debe emplearse como locución sinónima de «en trance». «Estamos en ciernes de una crisis gubernamental» es una frase incorrecta, porque el proceso, al menos públicamente, no ha empezado. (Cfr. Wikipedia)
Este último caso tal vez sea influencia del verbo cerner en su significado de amenazar de cerca.
Qué interesante resulta investigar el significado de las palabras que utilizamos de manera cotidiana. ¿No le parece? Me encanta el subtítulo de este artículo: La dominación carismática en ciernes. Y es que con cinco palabras estamos definiendo a Xóchitl Gálvez y su engendro PRI-PAN-PRD.
La dominación carismática no es una opción descabellada
Ya he comentado en esta columna la tipología ideal de dominación de Max Weber. Se trata de una herramienta de investigación maravillosa porque nos permite comprender la compleja actividad política que nos tocó vivir en México.
Muy esquemáticamente la dominación tradicional, la del príncipe, la del monarca, encontraría su mejor ejemplo en la mayoría de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional. Ya he hablado de esto en muchos de mis escritos.
En cuanto a la dominación moderna, legal, aunque con muchas restricciones (hay que recordar que se trata de tipos ideales) el mejor ejemplo sería lo que intentó del Partido Acción Nacional. También ya lo he comentado, al menos en principio los gobiernos de Fox y Calderón lo intentaron, pero les faltó oficio político y se dejaron seducir por el ogro filantrópico.
Por su parte, la dominación carismática, es la de los jefes guerreros elegidos, los presidentes plebiscitarios, o los jefes de los partidos políticos. Ah y también la de los líderes religiosos: los iluminados. El gobierno de AMLO es un ejemplo muy caro de tipo ideal de dominación carismática.
Los líderes carismáticos pueden resultar modernizadores
Pero hay muchos ejemplos de dominación carismática, Napoleón sería el clásico guerrero, emanado del pueblo que, gracias a su astucia y arrojo, modernizó Francia. Las reformas napoleónicas se sienten todavía en el mundo occidental en las esferas jurídica y educativa.
Pero hay muchos otros, Gandhi y la independencia de la India; Juan Pablo II y la revitalización del catolicismo. Son dos líderes carismáticos, que aun cuando religiosos, resultaron también modernizadores.
En México se me ocurren tres ejemplos. Porfirio Díaz antes de convertirse en dictador, que inició la industrialización de nuestro país; Lázaro Cárdenas y la justicia social durante su gobierno; y López Obrador y sus promesas en nuestros días.
También ya he comentado en este espacio el tema del carisma de AMLO. Esa gracia personal y extraordinaria, que se ha ganado a pulso en una campaña política que abarca gran parte de su vida. Estemos o no de acuerdo con él, es innegable que su entrega y pasión personal ha sido la clave para ganarse la confianza de millones de mexicanos.
Sin embargo, la complejidad de la transición democrática que estamos viviendo ahora condena el carisma de AMLO a una especie de maldición satánica. En seguida me explico.
El que quiere el fin debe querer también los medios
El carisma de AMLO parece haberse agotado, ya es una especie de disco rayado: hasta cae mal con su continua perorata contra sus enemigos, la oligarquía de derecha. Se quedó en el discurso, no maduró y ahora le apuesta a alguien que al sucederlo en el poder continúe su obra paradójicamente justiciera y modernizadora.
Y se está enfrentando a un grave problema, su consentida Claudia Sheinbaum no está dando el ancho. En la pasarela de las corcholatas a lo ancho y largo del país, Claudia se está viendo muy fría, aburrida; valla hasta su sonrisa parece fingida.
Y para acabarla de amolar. La nueva “corcholata” Xóchitl Gálvez, cuenta con un gran carisma. Desde su físico, llenita, franca, dicharachera y con una sonrisa espléndida, está resultando desde un principio una gran candidata.
Así que el presidente AMLO muy pronto se verá obligado a cambia a Claudia por Marcelo Ebrard. No veo a otro con la capacidad de ganarle al “carisma de derecha” de Xóchitl Gálvez.