Saltar la brecha

CHOLULA.- Como cada año, en el mes de marzo hacen el ingreso a la especialidad los sustentantes aceptados en el Examen Nacional de Residencias Médicas en México, sin embargo, el sueño de ser especialistas se puede romper muy fácilmente tras las primeras guardias, donde es casi seguro que se dejen ver todos los vicios y malas formas de educación que siguen vigentes en nuestro país.

Como es tradición, durante los primeros meses de la residencia se “cala” a los nuevos estudiantes para evaluar su tolerancia a la frustración, su capacidad de aguantar el mayor número de guardias sin descanso, mientras en países de primer mundo se limita el número de horas por semana, en México ni siquiera se ha considerado limitar el abuso físico.

Las prácticas anteriormente mencionadas son solo la punta de un inmenso iceberg de abusos que bien valen la pregunta ¿Merece la pena hacer la especialidad?

Siempre nos inculcaron que donde fuéramos felices, donde nos sintiéramos plenos, ahí debíamos estar, y si para llegar a la plenitud se debe tolerar el abuso ¿Realmente vale la pena?, muchos nuevos residentes creen que no, puesto que hay una ola enorme de deserciones, comparada con años anteriores, llevando una tendencia a que cada vez más médicos que no se sientan cómodos renuncien a la especialidad.

Pero el abuso es un tema tan arraigado a la medicina en México, como el mismo estetoscopio, la figura paternal vislumbrada en los docentes, a los cuales no se les debe cuestionar ni la hora, es el catalizador para que no solo su autoridad sea ejercida sin medida, si no que abre la puerta a otro tipo de abusos, los cuales son callados por el sistema y por las alumnas.

La jerarquía médica, aunada a la figura de autoridad incuestionable, sumado a la nula supervisión de la universidad, así como del sistema de salud, hacen comunes dichas prácticas, donde gritos y humillaciones son comunes diariamente, sin embargo, no solo eso, en algunas ocasiones puede llegar al abuso físico entre los propios residentes, en algunas ocasiones el abuso es tanto que deriva en la muerte del residente, pues el burnout es letal.

Mucho se ha trabajado para brincar la brecha de las arcaicas y neandertales prácticas educativas de nuestro país y poder pasar a una educación basada en evidencia, donde se pueda brindar un trato decente a los residentes, así como al paciente, sin embargo, en un sistema de salud sostenido con tela adhesiva, el camino es muy largo todavía, tal vez, cuando más del 50% de los residentes renuncien, podrán prestar atención a las necesidades que se han gritado desde hace años.