Mis queridas y queridos lectores en una sociedad que constantemente habla de derechos, equidad e inclusión, el respeto a las maternidades sigue siendo un tema pendiente. Ser madre —en cualquiera de sus formas— implica una carga emocional, física, económica y social que, lejos de ser reconocida de manera justa, muchas veces es cuestionada, minimizada o incluso invisibilizada.
Más allá de la maternidad biológica
El respeto a las maternidades no solo implica valorar a quien gesta, sino reconocer todas las formas de ejercer la maternidad: madres adoptivas, madres por elección, madres solteras, madres diversas, madres que cuidan a hijos con discapacidad, e incluso aquellas que crían en entornos no tradicionales. Cada una vive realidades distintas, pero todas merecen el mismo reconocimiento y dignidad.
Violencias normalizadas
Pese a los avances legales y sociales, persisten prácticas que atentan contra el respeto a las maternidades. Entre ellas:
Juicios morales hacia madres que deciden trabajar o, por el contrario, quedarse en casa.
Desigualdad laboral, que se traduce en despidos injustificados, techos de cristal o la ausencia de condiciones para conciliar la crianza con el empleo.
Violencia obstétrica, que vulnera la dignidad y autonomía de las mujeres en el proceso de parto.
Falta de apoyo social hacia madres en situación de pobreza o migración.
El papel de la sociedad
Respetar las maternidades significa crear un entorno donde la crianza sea una responsabilidad compartida. No se trata únicamente de que las políticas públicas contemplen licencias de maternidad dignas o acceso a guarderías, sino también de cambiar la cultura que sigue colocando el peso del cuidado exclusivamente en las mujeres.
Esto implica:
Lenguaje y actitudes libres de prejuicios.
Reconocimiento real del trabajo de cuidado como aporte económico y social.
Educación en corresponsabilidad, desde la infancia, para que el cuidado no sea visto como tarea exclusiva de un género.
Protección legal contra cualquier forma de discriminación hacia madres.
Un acto de justicia y humanidad
El respeto a las maternidades no es un gesto de cortesía: es un derecho humano. Reconocerlo y garantizarlo significa apostar por una sociedad más justa, empática y solidaria. Cuando una madre es respetada, toda una generación crece en un ambiente más sano, y con ello se construye un mejor futuro para todos.