Octavio Rodríguez Figueroa Por Alejandro MARIO FONSECA

El pasado viernes (10/3/2023) falleció a los 84 años mi amigo Octavio. No era oriundo de Cholula, pero como si lo hubiera sido, su bonhomía lo llevó a dedicar sus últimos años a defender y encarnar las mejores causas del pueblo cholulteca.

La bonhomía es un término que hace referencia a la sencillez y bondad de una persona. La bonhomía, por lo tanto, es una cualidad de la personalidad y un rasgo que puede advertirse en la conducta. Aquel que dispone de esta característica actúa de manera afable, sencilla, bondadosa y honrada.

Hay quienes atribuyen a la bonhomía rasgos de ingenuidad, pero Octavio no era ingenuo. Si, era sincero y sencillo, pero nunca cayó en la inocencia o el candor, menos aún en la pureza o la candidez.

Conocí algunos ladinos que quisieron aprovecharse de su bondad y que con astucia y disimulo consiguieron sacarle algunos centavos; él simplemente los eliminó del favor de su amistad.

Y la amistad es esa relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre las personas que no son familia. Y por ello lo primero que quiero hacer es presumir que fui su amigo. Disfruté de su compañía muchas horas en el café del portal.0}

No siempre estábamos de acuerdo, a veces discutíamos fuerte pero siempre con respeto y buscando el acuerdo. Y es que éramos de generaciones distintas, él era mayor que yo por 15 años. Él pertenecía a la última oleada de la Revolución, al cardenismo y el alemanismo; a mí me tocó la etapa del desarrollo estabilizador y la rebelión juvenil del 68. Pero eso no impidió que nos entendiéramos bien, por el contrario: aprendimos el uno del otro.

De niño campesino a historiador

De lo que más le gustaba platicar a Octavio era de la historia de México, especialmente de la Revolución. Era zapatista y defendía las ideas del zapatismo como si hubiera pertenecido al Ejército Libertador del Sur, como si hubiera peleado al lado de Emiliano Zapata, incluso como si hubiera participado en la redacción del Plan de Ayala de 1911.

Y es que Octavio era heredero del zapatismo por doble causa, tanto por su condición de niño campesino (nació en Indaparapeo, Michoacán), como por haber sido nieto del General Eutimio Figueroa Cervantes.

Fuimos vecinos y tuve la oportunidad de convivir con él de la manera que más le gustaba, tomando unos tragos de tequila. Así conocí su esencia: su niñez. Se le salían las lágrimas cuando recordaba los tiempos del trabajo duro en el campo ayudando a su padre.

También platicaba con tristeza sobre las épocas malas en los que la cosecha no daba ni para comer decentemente, ya sea por el mal clima o por los abusos de los acaparadores de grano, etcétera. En suma, le tocó vivir en carne propia desde niño el engaño de la “revolución institucionalizada”.

Me decía algo así: “¿Revolución? Sí, desde Madero hasta Cárdenas, después sólo fue ideología. Hoy en día es tan sólo una ideología caduca, llena de retórica”, y se corregía a sí mismo, “llena de ocurrencias y de mentiras, porque la retórica es el arte de hablar bien, y los políticos de ahora ya no saben ni eso”. Y remataba: “una ideología caduca que se resiste a morir a base de televisión, futbol y   cervezas”.

La ingrata política

En el campo ya no había futuro, fue abandonado por el PRI gobierno y vendría el frenesí industrializador que caracterizaría al alemanismo y que persiste hasta nuestros días. Así que Octavio en su primera juventud se aventuraría a estudiar en el Politécnico en la Ciudad de México.

Se le dio el dibujo técnico y la ingeniería del acondicionamiento de aire, después de trabajar para empresas extranjeras emprendería negocios propios. También incursionó en la política priista como regidor en el municipio de Chalco. Tras el asesinato de Colosio renunció al PRI. Finalmente se dedicó al periodismo comunitario, como analista y caricaturista.

Ya jubilado publicó aquí en Cholula en El Quetzal, donde nos conocimos. Participamos también en la promoción de la participación política ciudadana: fundamos la Mesa de Diálogos Ciudadanos primero en Cholula la Bella y después en De Cholula para el Mundo, ambas en las redes de Internet.

Su pasión por la historia y por la Revolución lo llevó a escribir un libro sobre la vida de su abuelo el General de División Eutimio Figueroa Cervantes. Se trata de una obra que tiene por objetivo reivindicar a todos aquellos hombres que “desde la sombra” dieron su vida por un México más libre y justo.

Como él mismo apunta en la contra portada del libro: “Abordar el tema, aunque parcial, de la vida revolucionaria del general Eutimio Figueroa Cervantes, no es con el propósito de tratar de sobreponerla a la labor de otros luchadores agraristas de los estados de Michoacán, Colima y Jalisco, ni siquiera de sus adversarios; es un simple esbozo de una fracción de su vida, con el propósito de recordarlo e intentar justipreciarlo, en el contexto histórico que le tocó vivir y participar”.

“Sabemos que la historia de México, está hecha por los que ganan, oficialista, en gran parte llena de mitos y falsedades, con más fines políticos y de control mental, que de verdad.  En la Revolución mexicana, del lado de los inconformes, hubo hombres limpios, ya en el olvido”.

Gracias Octavio por haber sido mi amigo

La gratitud no anula el duelo; lo lleva a cabo: hay que superar el dolor y la tristeza a partir del recuerdo agradecido de lo que se ha perdido y por saber que no es posible hacer que no haya sucedido lo que ha sucedido.

¿Existe una formulación más bella del duelo? Se trata de aceptar lo que es, y también, por lo tanto, lo que ya no es, y respetarlo tal cual, en su verdad, en su eternidad.

Se trata de pasar del dolor atroz de la pérdida a la dulzura del recuerdo, del duelo que hay que llevar a cabo al duelo llevado a cabo: el recuerdo agradecido de lo que se ha perdido.