CHOLULA.- Ahora que nuestro país avanza lentamente en lo que el Presidente llama La Cuarta Transformación, conviene mantener la cabeza fría y ser lo más objetivos que podamos en nuestros análisis. ¿De verdad AMLO entró en colisión directa con los empresarios mexicanos?
De ninguna manera, lo que el tabasqueño hizo fue desatar una polémica sobre el fenómeno neoliberal, que se ha traducido, en la aparición de una nueva casta de empresarios multimillonarios, que amasaron grandes fortunas de la noche a la mañana, aliados con aquellos políticos que implementaron las reformas privatizadoras y desmantelaron el exiguo estado de bienestar.
La ética protestante y el espíritu del capitalismo
Lo que AMLO critica es el oportunismo de algunos grandes empresarios que guiados por el afán de lucro han aprovechado el desmantelamiento de una economía mixta, que mal que bien mantenía cierta estabilidad política y social.
En otras palabras, lo que critica es la irracionalidad, el abuso y la falta de valores morales de un muy pequeño grupo de mexicanos que aprovechando las circunstancias han amasado grandes fortunas en poco tiempo.
Max Weber le dedicó al tema gran parte de su vida profesional. Su obra más reconocida es su tesis de doctorado La ética protestante y el espíritu del capitalismo, que fue el inicio de su trabajo sobre la sociología de la religión. Pero su obra más ambiciosa Economía y sociedad es todo un paradigma para las ciencias sociales modernas.
Weber argumentó que la religión fue uno de los aspectos más importantes que influyeron en el desarrollo no sólo del capitalismo, sino de las culturas occidental y oriental.
Primero en Inglaterra, Francia y los Países Bajos; y después en los Estados Unidos y poco a poco en el resto del mundo emergió el modo de producción capitalista basado en el industrialismo.
Pero lo más importante, al menos en sus orígenes, es que tuvo una base ética: los primeros empresarios contaron con sólidos valores religiosos. Sí, eran individualistas, pero se trataba de un individualismo que rayaba en auto perfección: la empresa capitalista era su misión.
El empresario capitalista: motor de la modernidad
Para Max Weber el afán de lucro, la búsqueda de beneficios en dinero, no tiene nada que ver con el capitalismo. Al revés, el capitalismo puede ser identificado con el sometimiento de estos impulsos irracionales.
La empresa capitalista busca el beneficio sostenible, la eficiencia, la eficacia y la rentabilidad. Un acto económico capitalista significa el apoyo en la expectativa de beneficio aprovechado las posibilidades de cambio, vale decir, se levanta sobre las posibilidades de lucro pacífico.
En contrapartida el lucro violento, la explotación, en suma, la corrupción, no es conveniente enmarcarlo bajo la misma categoría de acción orientada hacia las posibilidades de beneficio en el intercambio.
A pesar de que tanto la empresa como el empresario capitalista existen desde hace mucho tiempo y en casi todo el mundo, es en Occidente donde el capitalismo ha tenido una relevancia única, que explica la emergencia de formas específicas.
Empero, a diferencia del empresario colonial o del explotador de plantaciones con esclavos, o del emprendedor dedicado a la aventura y a la especulación irracional o que se orientaba al lucro por obra de la violencia, Occidente conoce en la época moderna otra forma de capitalismo diferente y no desarrollado en ningún lugar de la tierra: se trata de la organización racional-capitalista del trabajo formalmente libre.
La organización racional de la empresa orientada a las oportunidades del mercado, no a la especulación irracional o a la fortuna de la violencia política, no es sin embargo el único fenómeno específico del capitalismo occidental.
El surgimiento del empresariado mexicano
Por ejemplo, en nuestro país la vida económica siempre ha estado asociada al poder político. Desde las reformas Borbónicas en el siglo XIX, durante el Porfiriato y ya después de la Revolución de 1910; el capitalismo ha sido un proyecto del Estado.
Ya en el siglo XX fue precisamente durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, la última gran oleada de la Revolución, que se dio el surgimiento de una nueva clase empresarial dedicada a la industrialización.
Lo que Cárdenas quería era que México dejará de depender de las importaciones extranjeras, por eso es que creo los famosos CEDIS. Es decir la exención de impuestos para todos aquellos empresarios que invirtieran en industrias que produjeran bienes que se estaban importando.
Pero también les dio el beneficio de cerrarle las fronteras a la competencia. Fue así como surgió una nueva clase empresarial protegida que se acostumbró a grandes ganancias, sin tener que preocuparse por la calidad ni por los precios: tenían un mercado cautivo.
El neoliberalismo, la globalización, la violencia y la inseguridad
Había que corregir esta política de fomento a la industrialización desde el Estado. Pero se hizo abruptamente y mal. Con Miguel de la Madrid se bajaron los impuestos a las importaciones; y con Salinas de Gortari se profundizo con el neoliberalismo y la globalización.
Vino el desmantelamiento del Estado de bienestar a la mexicana. Se privatizaron las paraestatales, la banca se extranjerizó y muchas empresas quebraron como las del sector textil y surgieron otras engranadas a las compañías trasnacionales como las del sector automotriz.
Y ahí estamos, sumidos en una crisis económica que no termina nunca y que se ha profundizado con la emergencia del crimen organizado, que ya no solamente hace negocios con la comercialización y producción de drogas, sino también con los secuestros, la seguridad y con todo tipo de giros negros: la violencia y la inseguridad sentaron sus reales.
De este abrupto cambio de política económica surgió un pequeño grupo de empresarios rapaces, como les llama AMLO, que aliados con malos políticos, siguen amasando grandes fortunas y que además han orquestado la guerra sucia en su contra.