Por Salvador ESPINA
CHOLULA.- Sin duda, uno de los retos más grandes cuando te enfrentas a la vida profesional saliendo de la universidad, donde debatimos ideas y soñamos con soluciones y modelos ideales para componer la sociedad y brindar justicia a las personas que viven tantos problemas en nuestro país y el mundo, es el encontrar una realidad indiferente, pragmática y repleta de intereses personales pasando por encima de la misma dignidad de las personas. Teniendo que, de cierta forma, entrar en el sistema social y económico con estos vicios a cambio de poder desarrollar nuestra profesión.
Lo anterior es algo que definitivamente desanima y tira por los suelos ese idealismo que vivíamos en la universidad, por no querer incluso tirar la toalla por lo bueno y verdadero a muy corta edad. Sin embargo, no todo esta perdido y siempre habrá esperanza para este mundo tan dañado y desintegrado.
La esperanza para ese mundo, sin duda, son los jóvenes universitarios que, insertados en el mundo “adulto”, hacen que permeen valores que dan sustento a profesionistas que buscan generar bien común. Por ello, la labor que tenemos no radica solamente en aplicar los conocimientos teóricos y técnicos aprendidos en las aulas, sino exportar el paquete de valores éticos y morales que aprendimos primero en casa y que luego adquirieron sustento y visión en nuestra alma mater.
Es así como la labor de promover los valores que tiene como fin el bien común es fundamental para sembrar la semilla de lo bueno y verdadero en todos los ámbitos laborales y sociales, que permitan dignificar el mismo espacio de trabajo donde participamos. En estos tiempos, llenos de relativismo, no me queda duda que la mejor forma de tatuar esos valores en los demás es mediante el testimonio de vivir esos principios en carne y hueso.
Ahora bien, ¿cómo hacer que la gente se crea ese testimonio que busca plasmar valores éticos en la sociedad? Sin duda, creo que mediante un valor fundamental y tristemente escaso como es la congruencia. Una de las definiciones de congruencia del diccionario de la Real Academia Española es: “En la teología católica, eficacia de la gracia de Dios, que obra sin destruir la libertad del ser humano.” que en gran medida es lo que pude aprender del personalismo como rama del pensamiento orientado a la política integral y trascendente. Esto nos dice que la congruencia es poner la verdad y lo bueno en la escena de la realidad temporal para generar un mundo más digno y justo para todas las personas desde nuestros talentos y virtudes.
Un ejemplo de la necesidad de congruencia y lo difícil que se vuelve aplicarla es en la política; que es en donde yo me desarrollo, por todas las circunstancias y tentaciones existentes en ella.
Sin embargo, también es la vocación con más capacidad de generar bien común real y tangible que para cambiar vidas para bien. No por nada dicen que la política es la mejor vocación para la santificación después del sacerdocio. Es ahí, donde la congruencia entra y marca límites y pruebas morales que dan el respeto y verdadero reconocimiento a los buenos políticos y gobernantes sobre los ególatras y materialistas.
Por último, quisiera hablarles a los jóvenes que ambicionan un México de mayor prosperidad. En este sentido, les digo, que no tengan miedo o pena de vivir los valores de casa, los que abonan a la dignidad de la persona y al bien común, por más fuera de moda que parezcan o que aparentemente materialmente mal pagan en la vida.
No olvidemos que esta vida es corta y lo único que dejamos en este mundo es nuestro legado y cómo este es la congruencia entre el ser, hacer y conocer que transmitimos a propios y extraños. Pues la congruencia no paga cada quincena como paga en la trascendencia y la eternidad de nuestros legados.