Mis queridas y queridos lectore platicando con unas mamis pude ver que en un mundo donde las mujeres han conquistado cada vez más espacios de poder, liderazgo y voz, también crece una realidad que muchas viven en silencio: el desafío de equilibrar la maternidad con el empoderamiento personal y profesional. Ser mujer empoderada y mamá no es un doble rol, es una danza constante entre el amor profundo por los hijos y el compromiso con una misma.
El mito de la “supermamá”
Durante décadas nos vendieron la imagen de la mujer que puede con todo: exitosa, presente, cariñosa, profesional, bella, activa, multitask. Pero la verdad es que detrás de cada logro muchas veces hay noches sin dormir, culpas acumuladas y una fuerza invisible que sostiene sueños personales sin soltar las manos pequeñas que necesitan guía.
Empoderamiento no es perfección
Una mujer empoderada no es aquella que nunca duda, ni la que tiene todo bajo control. Es la que elige cada día con valentía, que se permite llorar, que se levanta con metas y caídas, que se mira al espejo y dice: “no soy perfecta, pero estoy avanzando”. El empoderamiento nace desde adentro, desde la conciencia de que ser mamá no cancela los sueños, pero sí los transforma.
La culpa: compañera silenciosa
Una palabra que muchas evitamos pronunciar, pero que está presente. Culpa por no estar, culpa por trabajar, culpa por descansar, culpa por decidir. Y sin embargo, también es parte del crecimiento. Aprender a soltarla no es fácil, pero es necesario. Nuestros hijos no necesitan madres perfectas, sino madres presentes, coherentes y felices.
El legado que dejamos
Ser mujer empoderada también es educar con el ejemplo. Criar hijos e hijas que entiendan que el amor no está en la entrega total, sino en el respeto por uno mismo. Que vean en nosotras mujeres que luchan, que se reinventan, que aman sin perderse. Ese es el verdadero legado del empoderamiento: enseñar que la maternidad es poderosa cuando también es libre.
Conciliación: una deuda pendiente
Las estructuras sociales siguen sin facilitar que una mujer pueda desarrollarse plenamente en ambos mundos. Falta apoyo, falta comprensión, faltan políticas reales de conciliación laboral. Pero también está en nosotras alzar la voz, exigir espacios seguros, crear redes de apoyo entre mujeres que no se juzguen, sino que se acompañen.
Ser mamá y mujer empoderada no es una contradicción, es una revolución diaria.
Una en la que cada paso, cada decisión, cada intento por construir una vida propia, también está criando nuevas generaciones con más libertad, amor y verdad.