El relvo de la esperanza, escaso pero presente

Por Salvador ESPINA

CHOLULA.- En política como en cualquier ámbito del mundo los jóvenes representan audacia, esperanza, nuevas ideas y un idealismo que busca cambiar el mundo para bien. Por ello, los jóvenes deben participar y verse representados en todos estos espacios desde los que podemos aportar con nuestras ideas y visiones más frescas y globales que abonen a una perspectiva de progreso para nuestro país.

Es por ello, por lo que, en este proceso electoral, será importante evaluar la inclusión de buenos perfiles jóvenes en los espacios de representación y responsabilidad en las siguientes legislaturas y gobiernos de los 3 órdenes de gobierno.

Esto es un compromiso de doble vía. Por un lado, los partidos deben adoptar una visión y un compromiso a largo plazo y de beneficio para la sociedad al darle la oportunidad a estos perfiles que seguramente no cuentan con dinero ni estructura, pero que pueden abonar mucho en otros aspectos a cumplir la misión de cualquier gobernante y servidor público mediante sus talentos y virtudes.

Por el otro lado, el compromiso de nosotros los jóvenes de prepararnos y ser ejemplos de trabajo desinteresado y reflejo de anhelos por un país mejor y una vida más próspero para todos, evitando el dolor evitable. Esta es la chispa que debemos infundir en los corazones de todas las mujeres y hombres de México haciendo que la esperanza sea lo único que nunca muera. Esto no es tarea sencilla, pero podemos llevarla a cabo y es un deber con nuestros padres, la patria y las próximas generaciones.

Es entonces una tarea compleja por lo apretado y voraces que son los actores políticos en estos tiempos de definiciones, sin embargo, siempre debe existir espacio para los jóvenes y la personas que, sin abonar tanto a lo electoral, sean incluidos porque posiblemente su fuerza esta en hacer buenos gobiernos y dar soluciones más efectivas a la compleja realidad que estamos viviendo.

Es momento de que jóvenes y adultos trabajen de la mano por el bien común sin egoísmo e interés, pero si con anhelos y aspiraciones legitimas para crecer, pero también para cambiar este país disminuyendo la corrupción, la ineptitud, la mediocridad y trayendo nuevas formas de hacer política enfocada en el bien común. Ese es el mejor legado por el que la nueva generación de políticos (que, de manera compleja, empiezan a entrar en espacios de toma de decisiones) podemos dejar para nuestros hijos y próximas generaciones.