El origen de los aretes

Por Nancy LUNA SORCIA

CHOLULA.- El origen de los pendientes, lo encontramos en el Antiguo Egipto hace más de 6.000 años. Eran unos simples aros que atravesaban las orejas, sirviendo para atraer miradas y provocar el interés. Junto con el collar y el peine, los pendientes son los objetos más antiguos y menos evolucionados en uso desde el Paleolítico, con escasos cambios.

Los primeros pendientes de la historia de que hay constancia, estaban elaborados con cornalina o piedra ágata roja y se les atribuía la virtud de curar el dolor de estómago. Así, un objeto de la decoración corporal recibía tratamiento parecido a la medicina primitiva y la magia.

En la Antigüedad, el pendiente era de uso generalizado entre hombres y mujeres, como lo es ahora en pleno siglo XXI. Fue un adorno que lo llevaban tanto hombres como mujeres; por los vivos y por los muertos, en todas las épocas y culturas con finalidad muy variada.

En principio fue soporte mágico, elemento cargado de simbolismo sobrenatural, y talismán. Ese sentido tienen los pendientes de oro y piedras blancas del siglo X a.C., que exhibe el Museo de Arqueología de Teherán.

Como la corona, representaban la dignidad y la función social de quien los llevaba. Sirvió también de recompensa civil o militar, aunque en el extremo opuesto podía aludirse con ellos a la condición de esclavo o de siervo, o a la de prisionero de guerra.

En el ámbito del amor, los pendientes simbolizaban el lazo que une a quien lo lleva y a quien se lo dio, teniendo a menudo connotaciones eróticas. Sólo dos civilizaciones importantes discreparon: los griegos, que prohibieron su uso a los varones; y los indios, que sólo permitían su utilización a los hombres.

Los pendientes más antiguos conservados proceden de tumbas egipcias y sirias, y se trata de piezas de escaso valor material: unos simples anillos de los que penden figuras en forma de vaso, de clavo y de media luna.

También hubo piezas de valor, como los pendientes de Ramsés II, que gustaba tanto de adornarse con ellos que poseía miles de pares tan sofisticados que incluso el orfebre de hoy tendría dificultad en reproducirlos.

La variedad en los motivos decorativos en Egipto nunca alcanzó el grado de sofisticación al que llegaron los pendientes en Grecia. Diminutas cabezas de mujer labradas en oro o delicadas flores, frutos, pájaros o ánforas esmaltadas, un mundo preciosista y frágil en miniatura.

En ciertas regiones de Europa se ha utilizado como talismán, y en otras como poderoso amuleto y medio seguro de contrarrestar conjuros y mal de ojo. Son herencia de un pasado remoto, hundido culturalmente en los recuerdos mágicos de las civilizaciones babilónicas, persas y hebreas que le atribuyeron en su tiempo fuerza capaz de luchar contra los hechiceros.

Para que fueran efectivos, era preciso grabar en ellos alguna fórmula mágica. Un dicho antiguo asegura: “La fascinación que cause será la fascinación que conjure”, por lo que había pendientes-talismán o pendientes-amuleto para todo propósito. Y es que la fascinación y mal de ojo eran en el mundo antiguo una misma cosa.