Por Alejandro MARIO FONSECA
A Octavio Rodríguez Figueroa
CHOLULA.- Leí con desazón, ese estado de intranquilidad o tristeza en que se encuentra una persona a causa de una alteración física o moral, el último artículo de mi amigo Octavio Rodríguez, en el que propone que los gobiernos del mundo deberían exigirle a China una indemnización por los males que está causando el covid-19.
Siento desazón porque conozco bien a Octavio y sé que es un hombre honrado, que toda su vida ha trabajado y que además se preocupa por mantenerse bien informado y que sus críticas y propuestas las hace de buena fe: él siempre dice su verdad.
Y en esta ocasión me atrevo a criticarlo porque si bien a primera vista los chinos son “los responsables” de la pandemia ya que los contagios empezaron allá; con esa lógica también México debería pagarle una indemnización al resto del mundo por los males causados por la gripe A (H1N1) de 2009-2010 que inició en nuestro país.
Lo que está en el fondo de la crítica de Octavio, que insisto es de buena fe, es que los seres humanos tenemos necesidad de culpar a alguien de cualquier mal que nos aqueja. Lo hacemos inconscientemente. Esto lo estudió Freud con sumo detalle en El malestar de la cultura, pero ese es otro tema.
Los virus no tienen nacionalidad. Le recomiendo a Octavio que vea el programa Los virus de hoy y siempre, una entrevista con Antonio Lazcano de la Revista de la Universidad que difundió TV UNAM, lo puede ver en youtube.com.
Ya lo había comentado aquí, el Dr. Lazcano es contundente. En un lenguaje accesible nos explica que en efecto sí hay culpables; y sorprendentemente somos todos. Los virus al igual que todos los seres vivos estamos en continua adaptación, evolución; en mayor o menor medida todos somos mutantes: buscamos sobrevivir.
Los responsables somos todos
Entonces, ante la crisis ambiental y el cambio climático, es decir ante la destrucción de múltiples hábitats naturales, los virus desarrollan la capacidad de saltar de sus hospederos habituales, a otros; por ejemplo, de los pollos, los cerdos y los murciélagos, a los humanos.
El problema es que no tomamos en serio el desastre ambiental; y los peores son los fascistas como Donald Trump que poderosos y a contracorriente siguen trabajando para las empresas de la muerte: financieras, petroquímicas, armamentistas, inmobiliarias y demás.
Los virus de hoy y siempre se irán comportando cada vez más agresivos y lo que todos tenemos que hacer, en principio es conservar la calma, informarnos bien y seguir los protocolos que marca la Organización Mundial de la Salud.
Los seres humanos somos muy chismosos, o comunicativos, para decirlo con suavidad; también somos supersticiosos. Pero la gente ignorante lo es todavía más y cae fácilmente en la trampa de los oportunistas.
Debemos aprovechar la contingencia para corregir esas actitudes perniciosas y cambiar hacia una convivencia más armoniosa con nuestro medio ambiente. Primero en familia, luego con los amigos y vecinos; y finalmente tratar de influir en nuestras comunidades.
Y lo más importante, alejémonos de la herencia judeo cristiana de seguir buscando a quien culpar, asumamos nuestra responsabilidad y con humildad, insisto, empecemos a colaborar con el cuidado del medio ambiente, desde nuestros hogares contagiemos a nuestros vecinos: entre todos podemos hacer mucho.
También necesitamos buen humor
Y ya para superar la desazón, nada mejor que el buen humor. Así que como un ejercicio de catarsis le propongo imaginar que los seres humanos somos todos buenos y responsables y que los males que nos aquejan se deben a monstruos extraterrestres.
Sé que a muchos los va a sorprender, pero el humor es una virtud humana. Y lo es porque todo lo que es serio es culpable con respecto a sí mismo. El humor es el antídoto, porque nos preserva de la seriedad: nos proporciona un placer que lo hace estimable.
La seriedad también es necesaria, es el punto de vista científico llevado al extremo. ¿Por qué? Pues sencillamente porque la seriedad nos aleja tanto de la desesperación, que muchos sentimos ante la pandemia de covid-19; como de la negación, que está en el núcleo duro de la ignorancia y de la futilidad.
Sí, pero el problema es que corremos el peligro de oscilar entre el pánico exagerado y la actitud ignorante de negarle importancia a un virus oportunista, que apunta a convertirse en la peor pesadilla que ha vivido la humanidad desde las grandes guerras del siglo XX.
Además el buen humor es terapéutico y es gratis. Carecer de humor nos condena a una vida difícil, sin humildad, lucidez ni ligereza; nos vuelve engreídos y severos. Aquel que carece de buen humor casi siempre carece también de generosidad, dulzura y misericordia.
Así que, para convertir mi crítica “severa” a la propuesta de mi amigo Octavio, en algo divertido, sigamos con su lógica e imaginemos que el corona virus nos vino del espacio exterior.
El color del espacio exterior
Es el título de un cuento de Lovecraft que hace referencia al color de una entidad venida del espacio exterior, color que no se corresponde con ninguno del espectro visible conocido por los humanos.
La historia la cuenta un geólogo encargado de hacer un estudio para construir una presa en un paraje a las afueras de Arkham. Allí encuentra un área de terreno extraño denominada «erial maldito» que es distinta a todas y le causa sensaciones muy poco agradables.
El motivo del deterioro de esa parcela es que décadas atrás un meteorito se estrelló allí, liberando un ser extraño que se escondió en el fondo de un pozo.
Con el paso del tiempo, a medida que ese ser venenoso del espacio se extendía, las plantas y los árboles primero y los animales después, empezaron a sufrir mutaciones, cambios de color y olores desagradables, en un proceso que acabó afectando a una familia que habitaba cerca. Aislados de la sociedad en la que vivían y sufriendo los devastadores efectos del envenenamiento, los miembros de la familia enferman y enloquecen hasta morir en un trágico final.
El geólogo decide abandonar su trabajo, asustado por el horror que descubre. Sin embargo, al parecer la zona afectada siguió creciendo al ritmo de unas pulgadas por año, lo cual da pie a pensar que parte del ser terrible continua escondido en la zona esperando.
Mutatis mutandis, el covid-19 al comportase muy parecido al monstruo extra terrestre de Lovecraft, muy bien pudo haber venido del espacio exterior. Como siempre, si a usted no le gusta leer, puede ver la película Color Out of Space, está en línea gratis.
Sí, es humor negro, pero humor al fin y al cabo. Para algunos puede resultar desagradable, para otros no. Sigamos cuidándonos.