CHOLULA.- Acapulco está en ruinas. Los expertos hablan de un fenómeno “inusitado”: un huracán que se adelantó, que se aceleró y le pegó directo al corazón turístico más emblemático de México.
Es falso que sea un fenómeno nuevo, también es falso que la zona turística fue la más afectada. Las tormentas invernales extremas empezaron por lo menos hace una década y destruyen todo a su paso, principalmente dañan las zonas pobres ya que pasan súbitamente a la miseria.
Y los políticos en la luna. Por ejemplo, hace 10 años el alcalde en turno de Cholula realizó una encuesta para decidir cómo gastaría nuestros dineros, de la cual apareció en un honroso tercer lugar la “siembra de arbolitos en las banquetas”. ¡Qué ridículo!
Que yo recuerde, esa fue la última “acción ecologista” de las autoridades administrativas de nuestro municipio. Se trató de una “muy buena noticia”, que sin embargo denotaba una gran ignorancia de lo que significa una verdadera Política Ecologista; y un total desconocimiento de lo que son el desarrollo sostenible y el cambio climático.
La naturaleza es mujer
Qué bueno que el alcalde iba a plantar arbolitos en las banquetas y calles de la ciudad de Cholula. Qué malo que los jardines, que son el lugar donde deberían plantarse eran tan escasos.
El problema de fondo es que la mancha urbana de la ciudad de Puebla, ese monstruo irracional de fierro, concreto y asfalto (ahora está de moda el concreto hidráulico) no sólo ha devorado las comunidades de la periferia y sus jardines, Cholula incluida, sino también la vocación original de sus habitantes: la agricultura.
Hasta los ecologistas más simplones como los del partido verde entienden que el mundo natural, sea lo que sea, es bueno, siempre que no haya sido estropeado por los seres humanos ambiciosos, consumistas, depredadores, etcétera.
Lástima que esto no lo plasmen en programas de desarrollo concretos y factibles. Y no lo hacen porque ni saben ni pueden, están al servicio de una clase política enferma que sólo piensa en su propio beneficio: dinero y poder.
Los verdaderos ecologistas pensamos que la naturaleza no sólo es nuestra mejor maestra ya que nos enseña a vivir en comunidad y en armonía; sino que “ella” también es hembra, es mujer. Esto tiene importantes consecuencias para el feminismo, porque hay una tendencia a representar las características beneficiosas de la naturaleza con la “personalidad femenina”.
Nuestro mundo está en crisis debido al predominio de valores masculinos
La naturaleza y la mujer serían tiernas, nutricias, afectuosas, sensibles al lugar y esencialmente definidas por el alto ministerio de dar a luz la vida. Sin embargo, en la medida en que gran parte del impulso feminista ha estado encaminado a librar a la mujer de la conducta estereotipada y a los tipos de carácter resultantes, esta visión podría parecer retrograda.
Pero la crítica feminista podría ser todavía más a fondo. Ya que admitimos que la mujer realmente posee estas características, excluyendo otras. Porque la mujer queda relegada a una condición inferior, porque dichas características se consideran cualidades subordinadas.
Pero es exactamente al revés: nuestro mundo está actualmente en crisis debido al predominio de valores “masculinos”: acumulación, explotación, consumismo, productividad, eficiencia; acompañados de machismo, abuso, corrupción, violencia, despilfarro, etcétera. En suma, industrialismo y capitalismo salvaje.
Y es que es precisamente el ejemplo femenino de la naturaleza el que tanto hombres como mujeres hemos de seguir si queremos salvar nuestro mundo. Los valores de nutrición, cooperación y participación que tradicionalmente se identifican más estrechamente con las mujeres que con los hombres han de convertirse en los principios subyacentes más profundos de nuestra sociedad.
La destrucción de Acapulco es el último aviso de que el cambio climático, el calentamiento global, las tormentas invernales extremas e inusitadas y un largo etcétera, son reales. Conviene reflexionar sobre estas cuestiones tan importantes para el verdadero ecologismo y el verdadero qué hacer. Porque el ecologismo reclama otros valores como guía, como norte de cómo hacer política.
Si usted amable lector desea profundizar en el tema, le recomiendo el libro de Andrew Dobson, Pensamiento político verde, publicado por Paidós.