Desde el Templo de Quetzalcóatl

Por Juan Manuel ZACATELCO

Claudia Sheinbaum

CHOLULA.- Del 6 al 8 de diciembre, la morenista Claudia Sheinbaum visitará varios municipios de Puebla por primera vez como coordinadora nacional de la Cuarta Transformación. A casi tres semanas de ser nombrada precandidata única para la presidencia de México, por el bloque de Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo. Esta será la octava visita de la morenista a Puebla en lo que va del año. Pues visitó antes el estado en calidad de Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, después como aspirante a coordinadora nacional de la 4T y ahora como precandidata presidencial. Pero… ¿Quién es Claudia Sheinbaum? Claudia Sheinbaum nacida en Ciudad de México, se ha convertido desde este día en la heredera del movimiento político construido por Andrés Manuel López Obrador a lo largo de tres décadas. Luchadora estudiantil y ecologista. La científica es nieta de abuelos judíos que migraron a México e hija de padres que eligieron hacer una carrera científica en la academia. Sheinbaum estudió Física y obtuvo el grado de licenciada con una tesis sobre el uso de estufas de leña en comunidades rurales. Luego estudió la maestría y el doctorado en Ingeniería de Energía también en la UNAM, e hizo una estancia en la Universidad de California, en Estados Unidos. En la UNAM formó parte del movimiento contra un proyecto de reforma universitaria de corte neoliberal y alcanzó un liderazgo importante y fue reclutada por la izquierda pues debía demostrar en la administración pública que sus postulados de combate a la corrupción, austeridad republicana y humanismo mexicano (que los pobres deben tener prioridad) eran no solo viables sino redituables para la comunidad. Sheinbaum debió trabajar en la capital con lo construido en dos décadas de gobiernos de izquierda, desde que en 1997 Cuauhtémoc Cárdenas arrebató al PRI el control de la ciudad. Allí dejaron su huella también López Obrador y Marcelo Ebrard, que fue gobernante de 2006 a 2012. Ciudad de México fue cuna de la izquierda moderna, al ser el centro de convergencia de múltiples movimientos contestatarios, de los universitarios a los campesinos y los obreros, y donde el Obradorismo colocó sus cimientos. La nueva jefa de Gobierno recibió la estafeta para profundizar y expandir lo alcanzado. En su gestión se expandió la red de transporte público de bajas emisiones (el Metrobús, el Trolebús, las ciclovías); se otorgaron miles de becas a estudiantes pobres; se extendió la red de protección a las minorías; se implementó el programa Pilares para llevar a las zonas marginadas sitios de formación extracurricular. López Obrador solía decir que le daba tranquilidad que Sheinbaum gobernara la capital; que con ella despachando en el Palacio del Ayuntamiento él podía dedicarse de lleno a apagar otros fuegos. Las crisis, sin embargo, no faltaron. La pandemia de covid-19 representó el mayor reto administrativo. La suma de esfuerzos entre el presidente López Obrador, Ebrard —que como canciller gestionó la importación de vacunas— y Sheinbaum contuvo la expansión de la enfermedad y aminoró los costos económicos y políticos. En mayo de 2021, cuando la crisis por la pandemia parecía ceder, se desplomó un tramo de la Línea 12 del Metro, que causó la muerte de 27 personas de clase trabajadora. La tragedia golpeaba el corazón del movimiento de López Obrador y tuvo inmediatas consecuencias políticas. Sheinbaum y Ebrard fueron colocados en el banquillo. Ebrard, porque en su gestión se construyó e inauguró la Línea 12; Sheinbaum, porque a su Administración le tocaba darle mantenimiento. El peritaje final concluyó que hubo causas concurrentes que provocaron el desastre: el diseño, la construcción y la supervisión. Aunque ninguno de los dos políticos estaba exento de responsabilidad en alguna medida, ambos emprendieron una batalla escondida para deslindarse y cargar en el otro los muertos. La crisis de paso impactó directamente en el Gobierno de López Obrador, padre del movimiento, tutor de Ebrard y Sheinbaum. La política de la austeridad en el gasto público fue puesta en duda, y la oposición —que comenzó a hablar de “austericidios”— sacó ventaja de la tragedia. Faltaba un mes para las elecciones intermedias, en las que el obradorismo ponía en juego el refrendo. Los resultados demostraron una caída en la aprobación de Morena. En el Congreso federal, el partido de López Obrador perdió la mayoría cualificada que había ganado en la marea de 2018, lo que suponía un obstáculo para sacar adelante las reformas constitucionales. En Ciudad de México ocurrió el peor derrumbe político: Morena perdió el poder en cuatro de las 11 alcaldías que gobernaba, e igualmente entregó posiciones en el Congreso local. Los saldos, por supuesto, se atribuyeron a Sheinbaum, la jefa política del partido en la capital. Sheinbaum ha enfrentado dentro y fuera de Morena un discurso que puso en duda sus capacidades e independencia respecto de López Obrador. Al mismo tiempo, fue señalada como la “favorita” del presidente, la tapada, la elegida por dedazo, precisamente por su supuesta identidad con el líder, sugiriendo que será maleable y que el verdadero gobernante detrás del trono será López Obrador. Ella se ha rehusado a asumir esa posición de subordinada. Hizo una campaña basada en el discurso feminista, el tiempo de las mujeres para llegar al más alto cargo de México. Y si bien prometió profundizar las políticas del Gobierno de López Obrador —dar centralidad de los pobres, ampliar los programas sociales, apostar al desarrollo de las regiones marginadas y usar el gasto público con disciplina—, también trazó líneas de acción que se distancian del líder, como la transición del Estado hacia las energías limpias y fortalecer el desarrollo científico y tecnológico, dos materias ausentes en la Administración saliente. Sheinbaum dejó el cargo en Ciudad de México con altos índices de aprobación, según las encuestas. Su hoja de vida, su marcha al lado del gigante de la izquierda, la han llevado al poder y a la historia. Pero, como sucedió en 2018, esto tampoco es el fin, sino el medio. Cuando se casó con Ímaz, se unió al PRD, donde tuvo participación desde las bases, que no en la cúpula, a diferencia de su entonces esposo (hoy están divorciados). Sheinbaum fue engarzando la crianza de sus dos hijos con su formación científica. Las preocupaciones académicas de Sheinbaum la fueron conduciendo hacia el ecologismo y la convirtieron en una de las primeras estudiosas del fenómeno del cambio climático. Fue asesora de la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía y de la Comisión Federal de Electricidad, en el ámbito internacional, consultora en el Banco Mundial y en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En la década de los noventa participó en la elaboración de metodologías que permitieron a las autoridades de Ciudad de México medir la contaminación, crear un sistema de alerta y establecer medidas de contingencia ambiental. Años más tarde sería la encargada de implementar sus diseños como secretaria en el Gobierno de López Obrador en la capital. En realidad, el reto político inmediato y quizá más importante de Sheinbaum, más que convivir con la sombra del carismático líder, será ocupar el vacío que este deja y crear su propio lugar en el movimiento izquierdista, tras recibir de López Obrador el “bastón de mando”. Uf, les juro que es muy resumido este escrito, por lo pronto voy a su encuentro en Atlixco y ya les contaré. Nos veremos.