Por: José Salvador Espina Garzón
Con la nueva película de Superman, muchos pudimos disfrutar de un buen rato lleno de diversión, e incluso de nostalgia para quienes crecimos viendo a estos héroes en televisión o en el cine, donde solían representar la parte más idealista y pura del ser humano. En los años recientes, nos hemos acostumbrado a héroes y antihéroes mucho más fríos y crudos, reflejo de las circunstancias que atraviesa el mundo, cuyas tensiones y complejidades también se proyectan en estos personajes, haciendo que sus historias resulten más realistas, pero también más oscuras.
Sin embargo, hay momentos especialmente difíciles, como los que atraviesa hoy el mundo, en medio de guerras, crisis económicas, frustraciones, pérdida de sentido de vida y de realización. Estos contextos abren un espacio muy interesante para que otras esferas —como el deporte, la música, el cine, el arte, la religión, entre otras— asuman una función catalizadora y potenciadora de valores e ideales que, aunque olvidados, siguen siendo esenciales para el ser humano.
En este sentido, el valor más precioso en medio de las crisis y dificultades es aquel que impide que caigamos al abismo: la esperanza. La esperanza es esa virtud que nos permite creer en un futuro mejor, aun cuando no lo vemos con claridad. Y es justamente ahí donde Superman reaparece como el símbolo del súper yo, recordándonos la esencia de la bondad humana. Una esencia que muchas veces olvidamos: la de hacer el bien sin esperar nada a cambio, simplemente porque es lo correcto. Algo que, en el mundo actual, podría parecer impensable.
Superman regresa para recordarnos que podemos equivocarnos, pero que siempre debemos actuar con recta intención, aunque fallemos. También para hacernos entender que el camino de la vida está lleno de tropiezos, pero que lo importante es reconocer que nuestra imperfección es, al mismo tiempo, nuestra mayor virtud, porque es lo que nos permite aprender y ser mejores.
En lo personal, este regreso del Hombre de Acero a la gran pantalla me pareció un retorno al origen, a lo esencial de lo que debe significar este personaje y lo que debemos recordar y sentir al verlo: que todos podemos aspirar a ser mejores, a inspirar, a ser ejemplo. Pero eso no significa ser perfectos ni nunca cometer errores, porque precisamente esos errores son oportunidades para aprender y crecer. La verdadera inspiración que podemos brindar a los demás no radica en ser impecables, sino en que, a pesar de nuestras limitaciones, seguimos adelante día tras día, enfrentando los obstáculos que la vida nos impone, sin dejar de ser bondadosos y cálidos con quienes nos rodean.