Los últimos coletazos del capitalismo salvaje Por Alejandro MARIO FONSECA

CHOLULA.- A estas alturas de la historia humana, en pleno siglo XXI, la era de la “inteligencia artificial”, las guerras, tanto al interior de las naciones como las internacionales, suenan a una mala broma.

Cuando inició la violenta invasión, todo indicaba que con la guerra de Putin contra la “occidentalización de Ucrania” se estaba iniciando una verdadera tragedia económica política y social, a nivel planetario.

Ahora estamos viviendo el recrudecimiento de otra guerra, una guerra que se inició hace 70 años con el reconocimiento del Estado de Israel por parte de la ONU en un territorio, si sagrado, pero también en pleno corazón de la civilización árabe: Palestina.

No obstante, la complejidad de ambas guerras, me atrevo a presagiar que serán muy probablemente dos de los últimos coletazos de un capitalismo salvaje, que está en crisis.

El origen: La deuda ajena

En un artículo anterior intente explicar el porqué de la invasión rusa en Ucrania. Y ahora para explicar el origen, mucho más complejo de lo que está sucediendo en la franja de Gaza, quiero apoyarme en un texto escrito por Eduardo Galeano en el 2012:  Los Hijos de los Días:

En el día de hoy (mayo 14) de 1948, nació el Estado de Israel. Pocos meses después, ya había más de ochocientos mil palestinos expulsados, y más de quinientas aldeas demolidas.

Esas aldeas, donde crecían los olivos, las higueras, los almendros y los árboles frutales, yacen sepultadas bajo las autopistas, los centros comerciales y los parques de diversiones. El Comité de Nombres de las nuevas autoridades ha rebautizado el mapa.

Ya poca Palestina queda. La implacable devoración del mapa invoca títulos de propiedad, generosamente otorgados por la Biblia, y de justicia por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió.

La cacería de judíos fue, siempre, una costumbre europea; pero los palestinos pagan esa deuda ajena.

 

El origen del origen

Mi interés en esta sabia cita que hago del texto de Galeano, de ninguna manera es el de justificar los ataques terroristas de hoy en día, sino el de contribuir a la comprensión de una guerra muy larga y muy compleja.

Y ya para no cansarlo, sin meterme en camisa de once varas, quiero cerrar con una cita de Sigmund Freud en su texto de 1931 El malestar en la cultura:

He aquí, a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida, dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de auto aniquilamiento. Nuestra época merece quizás un particular interés justamente en relación con esto.

Hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio le resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben; de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su felicidad, de su talante angustiado.

Y ahora cabe esperar que el otro de los dos “poderes celestiales”, el Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?”.

Insisto, no obstante, la complejidad de ambas guerras, me atrevo a presagiar que serán muy probablemente dos de los últimos coletazos de un capitalismo salvaje, que está en crisis.