Por Nancy LUNA SORCIA
CHOLULA.- Desde la prehistoria el hombre ha utilizado sus manos unidas en forma de cuenco para contener líquidos y llevárselos a la boca. A lo largo de los siglos recipientes de diferentes medidas, formatos y materiales han substituido tan rudimentaria forma de ingerir líquidos, dando lugar, incluso, a diseños particulares en función de la bebida a degustar, jarras de cerveza, copas para vinos, vasos para agua,… y, claro está, tazas para el té y el café.
Las primeras tazas tienen su origen en China y estaban destinadas para beber té. Tenían forma de cuenquitos y eran de barro originariamente, aunque luego se empezaron a fabricar con arcilla y ya posteriormente con porcelana.
El origen de las tazas tal cual las conocemos hoy se remonta a dos siglos a.C., durante la época de la dinastía Han (206 a.C. – 220 d.C.), cuando los chinos descubrieron la porcelana y empezaron a utilizarla para la creación de tazas y otras vajillas.
A Europa, las tazas llegaron de mano de Marco Polo y las Cruzadas y no fue hasta finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII que se empezaron a fabricar en el continente.
Los comerciantes europeos de café imitaron los equipos y los métodos de preparación de café más habituales de Oriente Medio para vender su producto. Esto incluyó en primera instancia, tazas al estilo de los fijans, los pequeños cuencos cónicos que tradicionalmente la cultura cafetera de la zona de Arabia, Turquía y del norte de Áfricas utilizaban para beber café. Poco después llegó la porcelana que se empezó a fabricar en Europa con caolín blanco de Sajonia y más adelante con el de Limoges y Sevres, disputándose fabricantes de todo el continente la autoría de las tazas más elegantes y sofisticadas.
Desde su adopción como recipiente para beber café, las tazas en el Viejo Continente fueron durante muchos años consideradas un símbolo de status, ligado a la realeza y a las clases más altas que las utilizaban para disfrutar del nuevo lujo que era el café. La democratización del café llevó consigo la democratización también, de las tazas de café que a lo largo de la historia, sin embargo, han continuado teniendo un papel destacado en el patrimonio de todas las familias europeas.
A pesar de que no existe una afirmación categórica, todo apunta que el origen de la palabra “taza” tiene sello español. Y es que aunque la etimología de la palabra proviene del vocablo persa “tast”, que significa “cuenco”, este derivó en árabe a “tassah”, una palabra que fue introducida en la península en la época del Al-Andalus y desde donde viajó al resto de Europa y del mundo.