Por Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- Dicen los que saben, que, en todo pueblo, las tres autoridades populares eran, el maestro, el sacerdote y el médico.
Lo que esos tres personajes dijeran, se hacía, porque uno era capaz de enseñar y transmitir el conocimiento, el otro era el representante de Dios y el último, tenía la capacidad de curar y sanar a los enfermos.
Los tiempos cambiaron, evolucionaron, ahora el maestro es tratado como niñero, la gente ya no va a la iglesia y el médico paso a ser un mercenario que lucra con la salud, al menos eso es lo que la gente dice hoy en día.
No cabe duda que México no tiene memoria, hace apenas unos meses se hablaba de la valentía y el sacrificio (involuntario), que habían hecho miles de médicos al ofrendar su vida por la de su país, combatiendo en primera línea durante la pandemia, sin embargo, hace apenas unos días, ante el anuncio del gobierno de traer médicos cubanos, de pendencieros, golpistas, mercenarios, villanos, crueles y demás calificativos no bajan al gremio médico, quienes exigimos condiciones adecuadas para poder laborar en dichas plazas.
¿De que sirve tener un cardiólogo, (que ya estudió 7 años de medicina, 4 años de especialidad en medicina interna y 3 años de subespecialidad cardiología) si no hay ni papel para electrocardiograma en los hospitales rurales?, ¿Cuál es el objetivo de tener especialistas altamente preparados, calificados y certificados, si no se cuentas con las condiciones adecuadas para el desempeño de su profesión?
El problema no radica en que sean de una nacionalidad específica, más bien en las precarias condiciones en las que se encuentran los hospitales rurales y centros de salud, esos donde no mandan más que a médicos pasantes obligatoriamente para cumplir el requisito de la titulación, no se cuenta con la infraestructura necesaria para que un médico general pueda ejercer libre y dignamente la profesión, esa que tanto alabaron mientras y condecoraron con cada ola de COVID-19, pero que ahora desdeñan, menosprecian e insultan a la primer provocación.
Va siendo hora de un paro de labores como el de 1965, porque aparentemente la memoria social de este país no da para más, basta de insultos a la profesión médica, basta de romantizar y confundir el sacrificio con la vocación, ya es suficiente de creer que con aplausos el médico come, con gratitudes son solventados los gastos corrientes, ya basta de creer que estudiamos para regalar nuestros años de esfuerzo, para regresar en bolsas de las comunidades bravas de este país, basta de un país sin memoria.