Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- Hace no mucho tiempo, 50 años o tal vez un poco más, cuando los chilangos veníamos a “dominguear” por estas tierras del valle de Cholula se disfrutaba verdaderamente del medio ambiente. Mis imágenes infantiles son muy claras, me acuerdo muy bien de la zona de Cuanala, en la que había árboles frutales y arroyos de agua limpia: pasábamos días de campo maravillosos.
San Pedro Cholula, era un pueblito típico en el que se veían todavía indígenas vestidos con calzón de manta, había un tianguis que era una delicia por sus colores, olores y sabores. Viene a mi mente el sabor del “cacao” esa bebida a base de maíz y chocolate que todavía pervive.
En esa época Carlos Fuentes escribiría uno de sus libros más famosos, La región más transparente, en el que habla al inicio, de Cholula como una ciudad de perros callejeros, flacos y amarillos. Yo no recuerdo una Cholula tan estereotipada; bueno hay que recordar que el tema de la novela es el fracaso de la Revolución Mexicana, y en consecuencia el telón de fondo es triste, deprimente.
Fuentes se adelanta a la catástrofe urbana en la que se convirtió el Distrito Federal. Yo soy uno de los damnificados de ese monstruo medioambiental que sigue creciendo y devorando todo lo que se encuentra a su paso, por eso me vine a vivir a Puebla y después a Cholula.
Pero regresando al valle de Cholula, qué lástima que los poblanos y sobre todo sus políticos, empresarios y demás “hombres ilustres”, que son los que toman las decisiones, no hayan hecho nada para evitar el mal ejemplo. Ahí vamos como mansos borregos entregándonos a la hecatombe ecológica. Y es que “nuestros líderes” no quieren ver la realidad, lo único que les interesa es la oportunidad del puesto, están enfermos de poder y de dinero.
Algunos me dirán “Cholula se salva, por eso los turistas siguen viniendo para acá”. Claro que siguen viniendo, como van a Xochimilco o a Tepoztlán o… Y es que no tienen a donde ir y aquí en Cholula, por lo menos, tenemos un gran centro histórico lleno de interesantes atractivos, en el que se ha invertido mucho dinero. Pero qué no se dan cuenta de que el atractivo original ya se perdió: ¿dónde están los jardines? ¿Dónde está el agua, las fuentes? Cholula, Cholollan, significa “agua que cae en el lugar de huida”.
Es más, la vocación original de los habitantes de Cholula era la agricultura y lo sigue siendo, pero va a la baja, insisto ahora ya ni siquiera tenemos jardines. El desastre ecológico es evidente, nada más hay que darse una vueltecita por la periferia de Cholula, por las juntas auxiliares. Y sólo así nos daremos cuenta de que el desastre no solamente es ecológico, es generalizado, la pobreza va en aumento, al igual que la violencia y la inseguridad.
¿Qué estoy exagerando? A ver explíquenme porqué Cholula sigue creciendo a base de desarrollos urbanísticos cerrados, esas pequeñas colonias rodeadas de grandes bardas electrificadas con vigilancia propia, jardines privados y demás servicios exclusivos. Verdaderos “bunkers” aislados de los peligros de la ciudad abierta.
Los bunkers para los poderosos, para la clase política y para los nuevos ricos; no tengo nada contra los nuevos ricos, y que bueno que tengan suficiente dinero para pagar mayor seguridad, es señal de que todavía hay riqueza y desarrollo; el problema es que también crece el número de pobres y para ellos está la ciudad abierta, con todos sus peligros.
La Cholula de la que nos habla Carlos Fuentes en La región más transparente de perros flacos y amarillos sigue vigente en las juntas auxiliares y en los pueblos vecinos. Ojalá y el próximo alcalde que “elegiremos” el año que viene implemente políticas de rescate y vaya hasta las últimas consecuencias de lo que todavía es posible: una ciudad digna y habitable para todos. Ojalá también que los municipios vecinos sigan el ejemplo.
Sin duda el 2024 será un año muy importante para los mexicanos. Los poblanos elegiremos presidente, gobernador, diputados y presidentes municipales. Los candidatos de los diferentes partidos los eligen las oligarquías partidarias, la mayoría son vividores de la política: el panorama es sombrío.
¿Qué hacer? Pues aprovechar que por lo menos nuestro voto ya cuenta, no vivimos en una democracia plena, sino en una nueva democracia electoral que todos debemos fortalecer. ¡Cómo? Votando conscientemente, por los mejores candidatos o, mejor dicho, por los menos peores. En consecuencia, debemos darnos a la tarea de investigar quienes son los candidatos, qué han hecho, qué proponen, etcétera. La tarea ya empezó.